Hay determinadas faltas de pudor que me causan tremendo sonrojo. Y no me refiero a quienes 'enseñan más de la cuenta' pues un desnudo es mucho más limpio, bello y benigno que según que manifestaciones o creencias. Y es que sigo descubriendo, con enorme perplejidad, como hay a quien no le cuesta verter determinadas opiniones en foros no solo públicos sino de magna trascendencia, como son las redes sociales. Su falta de pudor, su barbarie e incultura y, en muchos casos, la más absoluta ausencia de respeto y decoro, consigue provocarme vergüenza ajena. No logro entender como, tan gratuitamente, se convierten en esclavos de sus palabras; incluso quienes presumen de cierta ilustración, saber estar y prudencia.

Ya a finales de los 60 Andy Warhol adelantaba, en este caso aludiendo a la popularización de la televisión, que «todo el mundo tendrá sus quince minutos de fama». Y, verdaderamente, no se equivocaba. Pero era un visionario, no ha sido la televisión el medio más democrático, sino las redes sociales las que han permitido dar a cualquier necio o villano su audiencia. Y es que tener una opinión no es sinónimo de capacidad o solvencia para exponerla. Y así identificamos a los primeros. Aquellos estúpidos que pretenden balbucir de todo, con tal falta de rigor, que ellos solos, sin necesidad de réplica, se ponen en evidencia. Estos perfiles se caracterizan por 'entrarle a todo', como el borracho de discoteca, contestando a cualquier tipo de comentario venga de donde venga, utilizando lugares comunes, dando datos, cifras y estudios de dudosa existencia y con una ortografía bastante incorrecta. Estos provocan, sobre todo, mi sorpresa al comprobar cuán osada puede ser la ignorancia.

En cuanto a los villanos también encuentran en éstas su contexto y escenario para delinquir con cierta impunidad y picaresca. Mi debilidad son los que las utilizan para mandar mensajes cifrados, o no tanto, por ejemplo a sus exparejas. No se dan cuenta que ya dejaron atrás, hace años, la adolescencia. También están los abusones que intentan menoscabar la imagen de quienes no les hacen caso o consideran, haciendo pasar un mal trago a la víctima, que suele ser alguien con trascendencia, para lo que utilizan un lenguaje soez y palabras obscenas y groseras. Esta misma semana agredían a una famosa presentadora y compañera que, tras meses de acoso, hacía público su hartazón también a través de su perfil en una de éstas. Y aunque con las horas este 'señor' había eliminado el desacertado enjuiciamiento, no se puede esconder una falta de respeto así detrás de un mal día o un mal momento. Va a sonar impopular, pero yo, a veces, impondría el silencio por imperativo ante la falta de silencio por prudencia.