Era todo mentira, ni saludo, ni acuerdo ni consenso. La actitud de la presidenta madrileña Díaz Ayuso al recibir al presidente del Gobierno a las puertas de la Real Casa de Correos, el lunes 21, su posición oblicua y su no respuesta al saludo (mano en el corazón) del presidente, podría considerarse un detalle menor, sin importancia, un gesto (tal vez sería mejor decir un no-gesto) involuntario, producto de los nervios y la tensión de la situación, evidente incluso en las imágenes de televisión, pero parece obvio que no era tal, sino que más bien apuntaba a la posibilidad de que el encuentro fuera en realidad la escenificación más clara posible del largo desencuentro que hemos ido viendo a todo lo largo del desarrollo de la pandemia, antes, durante y después del estado de alarma. Poco más se puede esperar de la polarización actual, y menos con el aznarismo más recalcitrante moviendo otra vez en la sombra los hilos del PP.

Se informó de que los jefes de gabinete y equipos de ambos presidentes habían preparado minuciosamente la minicumbre Estado-Comunidad Autónoma desde que se anunciara días antes, pero aparte de las buenas intenciones y de las buenas palabras salpicadas de reproches más o menos velados durante la rueda de prensa posterior, el único resultado tangible de la reunión fue la creación del llamado Grupo Covid-19, que comenzó sus reuniones la misma tarde del lunes. Y el bochornoso espectáculo al que los españoles en general, y los madrileños en particular, tuvimos que asistir en la mañana del viernes (ruedas de prensa solapadas, recomendaciones de una parte no asumidas por la otra e inmediato recomienzo de las hostilidades) parece confirmar lo que apuntaba al principio: que en la susodicha minicumbre sólo se trataba por ambas partes de sacar el máximo partido en términos de imagen pública.

Independientemente de filias o fobias políticas, no se me alcanza qué pensaba Pedro Sánchez que podía ganar con su gesto. O dicho de otra forma, tengo claro que era a Díaz Ayuso a quien más le convenía: para ella resultaba de lo más goloso apuntarse el tanto de todo un presidente del Gobierno de la nación aviniéndose (¿o quizás debería decir 'rebajándose') a visitar a una presidenta autonómica en la sede de su Gobierno, cuando lo protocolariamente habitual es justo lo contrario.

Así que en los términos de estrategia propagandística mencionados, resulta obvio que en esta ocasión el malencarado y faltón Miguel Ángel Rodríguez le ha ganado la partida al taimado y escurridizo Iván Redondo. Los madrileños, entretanto, viéndolas venir, los necesarios refuerzos en atención primaria y rastreadores luego si eso ya tal, y el virus campando por sus respetos.