En latín 'persona' significaba máscara, calco del término que los griegos empleaban con esa misma acepción. En español utilizamos 'personaje' para el desdoblamiento que tiene lugar entre el individuo y su interpretación, pero sin duda es difícil separar al personaje de la persona, al artista del ser de carne y hueso. Por eso prefiero cuando es posible no conocer a priori demasiados datos biográficos de los escritores para no sentirme condicionada.

Es el caso del diácono anglicano, lógico, matemático y fotógrafo Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por el pseudónimo de Lewis Carroll, famoso sobre todo por su obra Alicia en el País de las Maravillas.

Dogson fotografió a la niña protagonista de la célebre obra, Alice Liddell, en Oxford, en cuya Universidad fue profesor de Matemáticas. Ella dice así a propósito del escritor: «Muchos de los cuentos del señor Dodgson nos fueron contados en nuestras excursiones por el río, cerca de Oxford. Me parece que el principio de Alicia nos fue relatado en una tarde de verano en la que el sol era tan ardiente que habíamos desembarcado en unas praderas situadas corriente abajo del río y habíamos abandonado el bote para refugiarnos a la sombra de un almiar recientemente formado. Allí, las tres repetimos nuestra vieja frase: cuéntenos una historia, y así comenzó su relato, siempre delicioso€».

Dogson se dedicó a la fotografía durante 24 años, tras los cuales la abandonó repentinamente en 1880, después de haber creado unas 3.000 imágenes de las que han sobrevivido menos de un tercio, algunas destruidas intencionadamente por él mismo, otras por el efecto devastador del tiempo. Su obra fue reconocida póstumamente, junto a la de Julia Margaret Cameron y actualmente es considerado uno de los fotógrafos victorianos más importantes.

En la época victoriana era costumbre fotografiar a niñas semidesnudas como símbolo de pureza e inocencia incluso en postales navideñas, pero eso no impidió que sufriera desprestigio, se le acusara de pederastia y se le tuviera bajo sospecha, sin que pudiera probarse nada.

Se especula con la posibilidad de que las alucinaciones que sufre Alicia en la novela sean reflejo de sustancias psicodélicas, como la amanita muscaria, que produce macropsia y micropsia, en paralelo con el cambio de tamaño que experimenta Alicia al ingerir trozos de seta. También es probable que el escritor, como era común en su época, utilizase láudano, derivado del opio y por tanto psicotrópico, para aliviar sus dolores de artritis.

De las muchas supuestas identidades de Jack el Destripador, entre las que se cuentan conocidos escritores, e incluso alguna mujer, en 1996 el escritor Richard Wallace incluyó a Dogson, alegando como prueba ciertas frases crípticas de sus libros escritas diecinueve años antes del sangriento otoño de 1888.

Los expertos siguen tratando de identificar al asesino y hace un año se aseguró haber llegado a la solución del enigma: se trataría de Aaron Kosminski, un joven barbero de origen polaco que en su momento fue el principal sospechoso, pero no hay unanimidad, y el misterio continúa sin resolver.

Por otra parte, la Historia demuestra con numerosos ejemplos lo tentador que resulta fundir realidad y ficción, atribuyendo a escritores y artistas en general acciones que los desacreditan. Especialmente si se trata de un personaje ¿persona? tan interesante y enigmático, polifacético y soñador como Lewis Caroll.