Si no conociera a Mario Gómez anunciaría aquí que mañana bien temprano acudirá a su despacho de vicealcalde, recogerá sus cosas y dejará sobre la mesa, antes de salir, su acta de concejal. Pero lo conozco, lo conocemos, y sabemos que ese no es su protocolo.

En pocas ocasiones como esta semana hemos visto, en tan escasas horas, una desautorización tan terminante, precisa e inequívoca de un partido a uno de sus más importantes representantes institucionales. Eso sí, con buenas palabricas. Pero el tono no puede esconder que Mario Gómez ha sido conminado a retroceder en su estrategia política municipal, a romper sus pactos con los grupos de la oposición de izquierdas y a regresar a la coalición primigenia con el PP, a la que debe su cargo en el Ayuntamiento. La lectura política convencional para este tipo de casos se resuelve inevitablemente con la dimisión inmediata del pescozoneado.

No será el caso. Lo tendrán que destituir; si no su partido, el alcalde del PP. Éste, José Ballesta, también está obligado a ser coherente. Desde el primer momento en que se supo que Gómez había montado un gobierno paralelo con PSOE y Podemos, el aparato político de La Glorieta emitió un lema: «Gómez ha llegado a un punto de no retorno». La gestora de Cs quiere, sin embargo, que Gómez retorne, pero Ballesta no lo va a amparar. Con Cs, todo; con Gómez, nada. De hecho, una vez resuelto supuestamente el caso tras la reunión bilateral PP-Cs en comisión supramunicipal, el alcalde suspendió una vez más su junta ordinaria de gobierno, dejando claro de nuevo que no está dispuesto a sentarse a la misma mesa con Mario Gómez. Roma no paga a traidores.

Mientras tanto, los miembros de la gestora regional de Cs Jero Moya y David Sánchez tienen un nudo en la garganta, por no decir otra cosa. Ya sugerí aquí la semana pasada que Gómez podía haber actuado solo o en compañía de otros, y es obvio que lo hizo en compañía de otros, es decir, con la aquiescencia de la gestora. Y esto en el contexto del faso congresillo de Cs, que está al caer, en que ha de dilucidarse la nueva dirección regional del partido. Es cierto que, como ya anunció la consejera Martínez Vidal, en Murcia no hay nada que opinar sobre esta cuestión, pues todo lo decide Madrid, pero Madrid también necesita conocer el terreno que pisa, de modo que (no es hipótesis, sino tesis) Jero Moya, que no está en disposición de prescindir de los apoyos del círculo de Gómez, dejó a éste que actuara a sus anchas; a su vez, el vicealcalde vio su oportunidad en ese toma y daca interno. Algo así como: tú nos apoyas y hacemos la vista gorda a lo que pretendas en el Ayuntamiento. De hecho, la gestora tardó lo suyo en actuar, y la primera intervención pública de Moya al respecto, en La 7, se traducía en ambigüedad. Pero Gómez había ido demasiado lejos, hasta lo que el equipo de Ballesta ha definido como «un punto de no retorno»: un programa de gobierno con la oposición, la convocatoria de un pleno al margen de la autoridad del alcalde, un presupuesto alternativo y la constitución de una junta paralela que se habría de reunir cada quince días.

Ocurre, sin embargo, que Murcia es mucho Murcia: la séptima capital de España. Y las noticias sobre la estabilidad de los pactos políticos, y más en el contexto del desplazamiento de Arrimadas de la caverna de Casado, reclamaron demasiada atención nacional. ¿Cambio en la estrategia de pactos, empezando por Murcia? Demasiada pirotecnia, que no era debida al dictado de la dirección central de Cs, sino al capricho del visir Iznogud murciano, que quiere ser Ballesta en lugar de Ballesta.

A Moya, en la práctica el comisario político de la dirección nacional en Murcia, le tiraron de las orejas desde Madrid, y tuvo que hacer el papelito de intentar reconducir, tras una reunión con el PP, a su amigo Gómez, y más que amigo, socio circunstancial en la tarea de hacerse con la dirección regional de Cs que habrá de formalizarse tras la gestora (véase otra particularidad ‘democrática’ de Cs: los miembros de las gestoras tienen opción a integrar las direcciones formales que se constituyen después, de modo que el concepto neutralidad queda liquidado).

Pero Gómez es un tipo duro. Ya ha hecho saber en su entorno que la gestora estaba plenamente informada de sus negociaciones con PSOE y Podemos. Y que, en consecuencia, no está dispuesto a retractarse y, mucho menos, a dejarse humillar por su partido. No tiene intención de quedar como un lobo solitario que ha tenido una ocurrencia personal y ha intentado llevarla a cabo sin haber informado previamente a la instancia superior. Al parecer, en sus conversaciones con PSOE y Podemos, le preguntaron sutilmente si su partido lo autorizaba en esa operación y dejó tranquilos a sus interlocutores al respecto. Y en esto dice verdad: ningún miembro de Cs, ni siquiera sus consejeros en el Gobierno, están autorizados a hacer declaraciones sobre el partido o a publicar artículos en la prensa si no reciben antes el plácet de la gestora. Por tanto ¿cómo iba a atreverse Gómez a dar un giro en la política de pactos sin que esto fuera consentido desde la sede de Centrofama?

Ya digo que Moya, ni siquiera unos días después, desautorizó el giro de Gómez en sus declaraciones a La 7, como hizo con claridad tras la reunión formal con el PP. Todavía el vicealcalde insisitió después en su posición en un artículo publicado en este periódico, de modo que es obvio que nadie le había dado un toque de reconvención.

Hay otra particularidad de Gómez que tiene en vilo a la actual estructura de Cs. Temen al archivo de sus registros telefónicos, pues parece que el vicealcalde es de los que se guardan bien las espaldas. En un pulso político a vida o muerte podría amenazar con airear su fonoteca. Es verdad que quienes se resguardan con estas artes pierden mucho cuando las ponen en práctica (generalmente, ese tipo de archivos no contienen más que lo que ya suponemos), pero son muy efectivas mientras se mantienen en el misterio. Ni siquiera son capaces de sorprendernos ya las cintas de Villarejo, así que las que le suponen a Gómez tienen que ser de lo más aburridas.

De momento, lo que hemos podido observar es el silencio atronador en torno a la operación de Mario Gómez y su resolución desde el partido al que pertenece. El vicealcalde no ha recibido el más mínimo apoyo, ni siquiera en redes sociales, de miembros de su partido, incluyendo a pedáneos y concejales de su grupo. Nadie le ha dado ni siquiera el pésame por su segura defunción política. Y a la vez, ha recibido una denuncia, esta sí sonora, por acoso nada menos que del jefe de los Servicios Generales del Ayuntamiento, un funcionario con un expediente impecable durante varias décadas de servicio, que ha dado la cara sin ningún tipo de prevención ni complejos. En su denuncia no solo alude a sus circunstancias personales, sino que pone también de manifiesto varios casos graves de supuesta negligencia, incluidos servicios básicos sanitarios, en la gestión de Gómez, lo que merecerá que el testimonio se tramite, además de en el departamento de Personal, en los Servicios Jurídicos, y puede acabar en la Fiscalía.

Otro dato interesante es que mientras la media de ejecución presupuestaria del Ayuntamiento es del 27,59%, la concejalía de Gómez apenas rebasa el 11%. Quien decía venir a profesionalizar la Administración, ha sido denunciado por los profesionales; quien decía venir a agilizarla, apenas ejecuta su propio presupuesto, y quien decía venir a gobernar se alía con la oposición bajo el emocionante lema de «todos junto en reunión, viva la Virgen de la Asunción».

Lo cierto es que en el PP, a Ballesta le están tirando de las riendas para que no destituya a Mario Gómez, a la espera de que lo haga su partido. Pero éste se mantiene condicionado por la amenaza de escándalos que podría promover el todavía vicealcalde en la antesala del congresillo regional. Si hay algo claro es que la consigna dictada a Gómez para que se siente a negociar con Ballesta es una quimera, pues el alcalde no tiene la menor intención de reconocer a Gómez, ya que deduce que quien traiciona una vez no dejará de hacerlo otra. Y, por otro lado, la situación del de Cs ante el estamento funcionarial no invita a Ballesta a legitimarlo con una foto conjunta. Punto de no retorno.

En cuanto al PSOE, ha removido los cimientos del pacto municipal de gobierno, y con eso les basta. Un inteligente tanteo que el portavoz de Cs les ofreció en bandeja. También los socialistas desautorizaron en el anterior mandato (cierto que con otra dirección regional) a su entonces portavoz municipal, José Ignacio Gras, cuando éste pactó con Cs en distintas pedanías, pero en aquel caso Gras entendió el mensaje y se marchó, en su caso entre aplausos. Tampoco es que a la actual dirección le temblara el pulso para expulsar a todos los concejales de su partido en Cartagena, incluida la alcaldesa, por hacer, como dicen en Cs que ha hecho ahora Gómez, las cosas por su cuenta. No podrán reprochar a Cs que rompa el pacto del gobierno paralelo, pues hay pactos ilógicos que duran horas, como el del PSOE-Bildu de hace pocas semanas.

De una u otra manera, Gómez acabará probablemente en el grupo mixto, lo que no será ningún problema para la coalición PP-Cs, ya que para mantenerla bastan los otros tres concejales del segundo grupo. Y todo por querer ser califa antes de tiempo, en una fase en que Cs crece en las encuestas nacionales al distanciarse del PP y cuando las regionales registran que los ciudadanos preferirían una alianza entre socialistas y liberales. Con paciencia, todavía tenía posibilidades, quién sabe, de haber cumplido, en alguna medida, su ambición. Pero su torpeza, su obcecación y su tendencia a la conspiración política lo han conducido a la soledad y a habitar el rincón del rencor. Eso sí, con la ayudita de sus amigos de la gestora, que ahora dicen que no sabían nada. Triste, solitario y final.