Sorpresa. Esa, presumiblemente, fuera la primera sensación de Pedro, de Juan, de Santiago, de los once discípulos que cenaron aquella noche con Jesús, antes de que el duodécimo lo entregara de la manera más ruin: un beso. Desconcierto. No se lo podían creer. ¿Cómo era posible que Jesús, al que habían visto hacer tantísimos milagros, hasta resucitar a los muertos, se mostrara indefenso e inmóvil ante lo que estaba sucediendo?

Confinamiento. Escondidos. No se podían exponer. Miedo. ¿Y ahora qué iba a pasar? ¿qué sería de ellos? ¿por qué? Resignación. Se había esfumado todo su proyecto de vida en un abrir y cerrar de ojos. Sin avisar, sin verlo venir. Cruelmente.

Sorpresa, desconcierto, confinamiento, miedo, resignación. Experiencias que todos los habitantes de este planeta estamos experimentando esta curiosa Semana Santa. Como ellos, tus discípulos, Jesús. Tu Madre, Nuestra Madre, nos ilustra cómo hacer frente a esta situación que, como a Ella al pie de la Cruz, nos supera y nos lleva al límite.

El Primer Dolor, así llegó el Covid-19 a nuestras vidas. Lleno de incertidumbre, de desconfianza€ A piel descubierta empezamos a ver fallecer las primeras víctimas de esta horrible pandemia.

La Esperanza. Pronto pasará, lo estáis haciendo bien. Aplausos a las ocho de la tarde, otro día, otro más. Y otro más. Pero...

La Soledad. Las víctimas caen a toda velocidad. El miedo se apodera de nosotros. La esperanza parece que se ha ido, pero no. Está ahí. El Amor Hermoso. Porque Dios está ahí. Porque Jesús está vivo. Porque venció a la muerte y resucitó. Porque el Covid-19 no va a ganar esta batalla. Porque, esperemos más pronto que tarde, llegará el final, y vencerá de nuevo el Amor, la Alegría.

Casi 2000 años después todos estamos confinados en Semana Santa. ¡Vívela! Esta es. Esta es la Semana Santa más especial de tu vida, la que siempre vas a recordar. Párate a mirar a los ojos a la Pequeñica y a decirle ese tres veces 'guapa, guapa y guapa.' Únete al dolor de la Madre California mirando de frente a lo que se le venía encima. Pídele a la Virgen de la Soledad que sea Ella quien te oriente dentro de este desconcierto. Porque el Domingo llegará. El Amor Hermoso va a llegar. Porque esta pandemia acabará.

Y, como tras aquel Domingo de Resurrección, todos cambiaremos. Nada será igual. Llenémonos de fuerza, de valentía y de fe para, como tus discípulos unidos en oración, no se apague la llama que encenderás en la Semana Santa más especial de nuestras vidas.

Todos estamos a buen resguardo de nuestra patrona, la Virgen de la Caridad, encarnada estos días en esos miles de héroes a los que no les importa jugarse el pellejo por nosotros por amor, por amor del bueno, del desinteresado. Del que sabe querer, puede querer y ¡quiere!