Dice mi abuela que esto será el cambio más importante que afronta la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Mi abuela siempre tiene razón. Es cierto que todos tenemos esa sensación de estar viviendo algo único, como en una película. Hay una tensión constante que hace que la envergadura sentimental se alargue. Si estamos tristes estamos más tristes. Si estamos de subidón estamos más que nunca. El cole en casa nos está dejando muchos momentos maravillosos. El otro día hablábamos de lo que significa la palabra anécdota. Me encantó poder explicarlo, pero me costó mucho. Siendo esta columna desde sus inicios hace más de una década un enorme ejemplo de lo anecdótico y las cosicas pequeñas. En estos días la colección de anécdotas es interminable. Salí a hacer la compra y Juan Carlos I, en una escena propia de Jumanji, teniendo en cuenta el punto de exageración que gastamos los murcianos en tensión, el asfalto estaba repleto de gorriones correteando. Anécdotas? El silencio en las tiendas, las gaviotas volando en círculos por la ciudad, descubrir la importancia de escribir desde el corazón para hablar con los amigos?

Son muchas las cosas que nos está enseñando el coronavirus. Y que, como dice Carmen Bohórquez (Ceuta, 1925), mi abuela, harán que la sociedad cambie para siempre. Una cosa está ya clara, parte del tratamiento está en nuestros balcones y ventanas. Tiene un mensaje tan humano lo que pasa en todo el mundo en los balcones, que es necesario que se recuerde como parte esencial de por qué vencimos al virus. Igual que hemos entendido que la labor de los payasos en los hospitales es básica, que la sonrisa y el buen humor mejoran la salud y benefician a los pacientes y a los profesionales, demostrado por muchos estudios científicos, salir al balcón a compartir, a aplaudir, cantar, bailar, saludar, gritar? es parte del tratamiento de prevención que estamos aplicando. Y funciona. Claro que funciona.

Hasta esta cuarentena los balcones tampoco habían pasado desapercibidos. Quién no se ha pasado ratos largos asomado a una ventana para olvidar, llorar o mirar al infinito, o a cantar goles, a abrazarse y a sacar banderas, protestar o gritar simplemente gritarle al mundo. En la ventana de mi cuarto de niño hay escrito un Yugoslavia del día que Stojkovic nos echó del Italia 90 en la prórroga, después de que J ulio Salinas nos hiciera gritar gol por las ventanas y balcones de todo el país empatando a unos minutos del final. Estos días salir a las 20.00 horas a aplaudir a gritar a saludar a encender y apagar luces, a todo, es curarnos un poco de todo lo que estamos pasando y liberar esa enorme tensión que nos aplasta a ratos. Con todo, es ahí, en los balcones, donde compartimos más que en ningún sitio.

En un mundo hiperconectado, con toda la tecnología que hay disponible, salimos al balcón a escucharnos y a compartir. Ahí es dónde ganaremos al virus, y a lo que se ponga por delante.

#Quédateencasa y #Salalbalcón. Vale.