Las masonas no solo fueron constructoras de catedrales o dinamizadoras de la cultura, también fueron insurgentes revolucionarias y sufragistas. En la Francia ilustrada, las mujeres que se resistieron a quedarse al margen de la revolución que se estaba gestando, toman la iniciativa para pedir su inclusión en la institución francmasónica, a pesar de que tras las Constituciones de Anderson las mujeres quedaran proscritas de las logias.

Fue en Francia donde nacieron las primeras estructuras específicas, mixta y femenina, que se conocen en la actualidad. Con las ideas de la Ilustración crecen las logias liberales y adogmáticas, donde se empieza a valorar la inclusión de las mujeres en las logias de adopción, bajo la tutela masculina.

Olympe de Gouges, ejecutada por defender sus ideales de igualdad de derechos para toda la ciudadanía, hombres y mujeres, incluido el derecho al voto, fue salonnière y estuvo vinculada a logias masónicas; entre ellas, la logia de Les Neuf Sœurs, a la que pertenecían Voltaire, Benjamin Franklin, Joseph-Ignace Guillotin, médico inspirador de la guillotina, entre otros.

Aunque la Revolución con su divisa de Libertad, Igualdad y Fraternidad, nunca reconoció a las mujeres como ciudadanas con derecho pleno, no pudieron evitar su participación activa y constante en el proceso revolucionario.

En el siglo XIX, la filósofa María Deraismes, feminista defensora del derecho al voto de las mujeres, luchó por la igualdad de hombres y mujeres desde la masonería. Fue la primera mujer iniciada en Francia, gracias a la transgresión de los masones pertenecientes a una logia exclusivamente masculina: Les Libres Penseurs. Unos años después, tras iniciar a 16 mujeres, creó Le Droit Humain que se convertiría en la primera logia mixta al afiliar a Georges Martin, francmasón y feminista. La incorporación de George Martin a una logia constituida por mujeres no contó con la aprobación de las logias masculinas.

María Deraismes fundó la Liga Francesa por el Derecho de las Mujeres y, no solo defendió el derecho al voto de las mujeres, sino que además, luchó por la ampliación y laicización de la educación femenina; la mejora de la situación de las proletarias; la dignificación de la imagen de la mujer en la pintura y la literatura; el drama social de la prostitución, manifestación de la opresión masculina, y la necesidad de su abolición. Se posicionó contra el catolicismo por su pensamiento oscurantista y misógino. Fue propuesta como candidata simbólica en las elecciones de 1885 y al año de su muerte se rebautizó una calle de París con su nombre. Su obra Eva en la Humanidad fue traducida al español por primera vez en 2010.

En España, durante el siglo XIX, la masonería liberal fue la que empezó a plantearse la presencia de la mujer. La incorporación fue posible gracias a algunas mujeres como Ángeles López de Ayala, una de las pioneras del feminismo y férrea defensora del ingreso de la mujer en masonería. Fundó con Teresa Claramunt, anarquista y masona, la Sociedad Progresiva Femenina, que en 1910 convocó una manifestación de mujeres contra la manipulación de la Iglesia católica a través de la escuela y el confesionario. Esta manifestación multitudinaria y las 25.000 firmas recogidas contra la interpretación del artículo de la Constitución acerca de la libertad de culto evidenciaron que la labor de las activistas librepensadoras masonas empezaban a dar sus frutos.

Pero fue la Cruzada de Mujeres Españolas, dirigida por la masona y periodista Carmen de Burgos, la que protagonizó la primera manifestación callejera sufragista en España (Madrid, 1921).

Carmen de Burgos también participó en actividades de la masonería, creando, con otras siete mujeres, una logia de adopción llamada Amor. Con esta logia, pretendía defender el feminismo y el sufragio, que no pudo ejercer pues moriría un año antes de que las mujeres pudieran manifestar sus opiniones en las urnas.

Fueron ellas, entre otras, las que pusieron las bases del feminismo que se desarrollará en el siglo XX; las que impulsaron un cambio de mentalidad que fomentara la educación igualitaria y reclamara la dignidad de la mujer como persona, desprendiéndose de la tutela del hombre.

Su trabajo, junto con los avances sociales conseguidos en la Segunda República, daría lugar a la defensa y conquista del voto femenino en 1931 gracias a la política Clara Campoamor, quien no pudo regresar a España desde su exilio por tener abierto un expediente de pertenencia a la masonería, convertida en enemiga del Franquismo.

Mucha de la documentación de los organismos masónicos fue destruida al final de la Guerra Civil pero la evacuada a París, a los archivos del Gran Oriente de Francia, fue requisada por la Gestapo y entregada a las autoridades franquistas.

El golpe de Estado dio lugar a su eliminación física a través de los asesinatos extrajudiciales y, tras la promulgación de la Ley de Represión de la Masonería y del Comunismo y la habilitación de un Tribunal Especial para la persecución de masones, se incoaron más de 27.000 expedientes. Muchas mujeres, al igual que hombres, perdieron sus trabajos por la purga de la Dictadura o cuando sus jefes conocieron su condición de masonas.

Para el dictador, todos los males de este mundo obedecían a «una conspiración masónica izquierdista en la clase política en contubernio con la subversión comunista-terrorista». Este odio patológico parece que provenía del haber sido rechazada, en dos ocasiones, su solicitud de ingreso en masonería.

Los masones recuperaron su condición legal en 1979 pero no fue hasta 1984 cuando surgió la primera logia femenina en Barcelona. En 2005 se creó la Gran Logia Femenina de España, de la mano de la francesa.

Debido a la burda propaganda del franquismo, todavía hoy existen recelos hacia la masonería, aunque se está empezando a recuperar la impronta que masonas como las nombradas anteriormente, y otras como Concepción Arenal, cuya pertenencia a la masonería no ha sido demostrada, Rosario de Acuña, Emilia Pardo Bazán, Victoria Kent o Margarita Nelken, dejaron en nuestra sociedad. Su divisa «Igualdad, Libertad y Fraternidad» sigue siendo una utopía necesaria y, aunque forman un colectivo muy heterogéneo, dicen que en las logias exclusivamente femeninas se trabaja mejor porque se trabaja lo que une y no lo que separa.