El futuro pinta negro, porque está en manos de los seres humanos». Esta es una de las mejores frases que he leído en los últimos días y por desgracia su autor nos ha dejado esta semana, el director José Luis Cuerda. Un grande del cine, uno de esos genios creador de una película de culto : Amanece que no es poco.

Si no la han visto, dejen de leer esta columna; sí, han leído bien, dejen de leerme y búsquenla, me lo agradecerán. Cuerda le pasó por la escuadra a Berlanga en lo que a humor bizarro se refiere, y si no, atentos, descuiden, no hay spoilers: gente que crece del suelo cual hortalizas: se convocan elecciones cada año para designar al cura, al alcalde, a la puta, a la marimacho y seis adúlteras; estudiantes yanquis, meteorólogos belgas, y disidentes del coro del Ejército ruso conviven en un pueblo imaginario que recibe la visita de Jimmy y Teodoro, un padre y su hijo que viajan en sidecar.

Película que se estrena en el 89, surrealismo al más puro estilo de los Monty Phyton o El Gran Leboswky, que hoy en día estaría mal visto y seguro que censurado por los puritanos que se hacen cruces, porque el cine español es cine de comunistas. Cada vez tengo más claro que cualquier tiempo pasado parece que fue mejor. No debería ser así, pero tengo la sensación de que antes había más libertad en la sociedad. Y si no, que se lo digan a los que vivieron la Movida, que ahora cumple cuarenta años. Cuantos Tierno Galván nos harían falta, y menos Martínez Almeida.

Recuerdan la frase de Tierno: «El que no esté colocao que se coloque, y al loro». ¡Qué dirían los medios de comunicación y la ciénaga de Twiter si hoy en día un alcalde saliera a un escenario de un concierto y dijera frase semejante! ¿Cuánto tiempo debería transcurrir antes de que dimitiera? ¿Cómo se machacarían y se manipularían sus palabras?

Imagino a Cuerda, Berlanga, Tierno Galván, Luis Ciges, Agustín González, Fernán Gómez, Carrillo, Adolfo Suárez€ y el largo etcétera de grandes cineastas y políticos que nos han dejado echándose las manos a la cabeza y contemplando cómo la realidad supera a la ficción, pero en cutre.

¿Qué pensarán al ver a Ortega Smith a lo Rambo, pegando tiros, con traje y tirantes en Murcia? Un parlamentario que ocupa un escaño en el Congreso de los Diputados, que está encantado de jugar a la guerra, que argumenta que está haciendo un curso que también están realizando otros parlamentarios, y qué casualidad que nadie sale con un fusil de guerra, sólo él. O Ábalos, al más puro estilo Torrente, pero sin pajillas ni mariconadas, sólo tirando de torpeza cambiando una vez más la versión con Dalcy, qué digo Delcy, en el aeropuerto. O los señores de verde, que son como los de La Escopeta Nacional y el marqués de Leguineche, los señoritos terratenientes que acuden a una manifestación haciéndonos creer que apoyan a los agricultores y sus demandas de un precio justo y dejen de ser sangrados por intermediarios, que no han sido invitados, donde sólo pretenden atraer los focos a su persona a lo Isabel Pantoja o Arrimadas, a lo Rose en el Titanic subida en una tablica de madera intentando sobrevivir al hundimiento.

Madre mía, qué guion, qué actores y qué película nos está saliendo y que mal pinta la recién estrenada legislatura número catorce.

El pasado lunes tuvo lugar la apertura solemne en la Carrera de San Jerónimo y he de decirles que me sorprendió para bien el discurso del rey. El nuestro no tartamudeaba ni anunciaba el comienzo de una guerra; por primera vez le escuché un discurso con calado, directo a sus señorías, con mensajes claros: «España no puede ser de unos contra otros»; «Los partidos deben recuperar la confianza de los ciudadanos»; «La esencia del parlamentarismo es el acuerdo»; «Los españoles esperan, demandan y merecen de todos cuantos asumimos responsabilidades públicas e institucionales».

No sé a ustedes, pero me gustó. Quizás, como decía Iñigo Errejón a la salida de la apertura solemne, también me faltó que el monarca hablara de los problemas reales de la ciudadanía, que es lo verdaderamente importante, y no seguir dando tanto protagonismo al comportamiento de sus señorías en donde sólo importa la política o la cutre política de intereses y egos y nosotros les importamos un bledo. Me faltó que hablara de pensiones, de derechos sociales, de financiación autonómica, de educación o medio ambiente; me faltó algo más de realidad, pero he de decir que tras los discursos tan alejados de los ciudadanos de otros años, sin duda este Felipe VI me sorprendió para bien, dando un rapapolvo a sus señorías.

Pero, claro, lejos de hacer autocrítica, llegaron ellos a pie de micro y medios de comunicación a apropiarse de las palabras de Su Majestad y sacar pecho a ver quién es más monárquico y pelota.

Y a todo esto, me hubiera gustado preguntarle a José Luis Cuerda si antes de marcharse con los grandes le dejó un guion de los buenos a nuestro presidente López Miras, porque sigo asimilando la comparación de un tomate con un iphone y si me dicen que sus palabras pertenecen a un remake a los 3.0 de Amanece que no es poco por aquello del iphone, me lo creo.

«Detrás de un tomate murciano hay más tecnología que detrás de un iPhone», que si tiramos de comprensión lectora quizás lleguemos a entender lo que trata de decirnos, pero, madre mía, qué nivel. Indigentes intelectuales, ¿se acuerdan? Pues eso.

Cojan las palomitas como en una película, nos queda mucho por ver, una legislatura dura, que será un milagro que llegue a su fin dentro de cuatro años.

Y hace más de veinte años José Luis Cuerda ya predijo lo que le pasaría a la catorce Legislatura: «¡Se me está muriendo divinamente, te lo juro! De los años que llevo de médico nunca había visto a nadie morirse tan bien como se está muriendo. Qué irse, qué apagarse, con qué parsimonia. Estoy disfrutando que no te lo puedes ni imaginar».