"¡El mundo se acaba!". Eso fue lo que exclamó, a voz en grito, mi tía Ángeles, cuando se enteró de que sus inquilinos, a los que ella creía padre e hijo, en realidad eran pareja. Madre mía, el soponcio que le dio a la pobre. Fue hace por lo menos cuarenta años, y aún nos tronchamos. Y desde luego, el mundo no acabó ese día ni tampoco al día siguiente.

Ahora, lo mismo que entonces. No creo que se acabe el mundo, salga el Gobierno que salga. Además, tengo clarísimo que, si ocurriera cualquier infortunio, sólo saldríamos del atolladero poniendo en práctica lo que me aconsejó mi madre hace años, y que es contar con tus solas fuerzas. El Gobierno de turno no creo que se ocupe. Y una cosa no hay que olvidar: aunque sea a parches, han reunido una mayoría. Y punto.

Otras veces han sido los otros los que han pactado, y nadie se ha escandalizado. Hombre, yo discrepo un poco del contenido del pacto de investidura. Porque, claro, una cosa es que democracia sea pactar. Y otra distinta, que democracia sea pactar con lo que no se debe ni tocar.

Porque buscarle una puerta trasera al pacto de Gobierno diciendo que se ha judicializado la política, al mismo tiempo que el escrito del Abogado del Estado se le pasa a Juqueras antes que al Tribunal Supremo para ver si da su visto bueno y así él sale de prisión y el otro de presidente, me parece a mí más bien al contrario: politizar la Justicia. O, si lo tomamos a broma, podemos llamarle 'hacer un Torrente', como el personaje de Santiago Segura, y entonces llamaríamos a la violencia de género peleas de enamorados; o a las penas impuestas por asesinato dramatizaciones innecesarias de conflictos no resueltos civilizadamente. Vamos, que no es para tanto. Imagínate si cualquiera de nosotros nos dedicásemos a no pagar impuestos, y cuando Hacienda nos requiriese le contestásemos diciendo que relativice la deuda, que la está judicializando. A ver qué nos responden.

Luego, hay una cosa que me ha llamado la atención, y es que uno de los ministrables es un comunista convencido. Qué curioso. Fíjate que es un modelo económico denostado y superadísimo como ningún otro, por lo ineficaz de sus postulados, y por los estragos que ha causado, allá por donde se ha impuesto, y llega este iluminado defendiéndolo. Ahí tienes sus dos dedos de frente puestos al servicio de España. Este fue el que se casó al estilo capitalista, puesto de chaqué. Una de dos: o la boda la pagó el partido, o los principios de este hombre son los de Marx, pero los de Groucho, no los de Karl. Es como si yo me pongo a proclamar lo bien que estaríamos con un señor feudal, derecho de pernada incluido.

Pero, ni con eso me quita el sueño. No nos escandalicemos, aquí somos gente de sangre caliente, y quien se asuste por esto es que no conoce la historia, al menos la historia reciente de España. Sólo en el siglo pasado hubo no sé cuántos levantamientos y golpes de Estado. Y no sólo ha habido una Guerra Civil en el 36. Antes también tuvimos las carlistas, y si seguimos para atrás, peor. ¿Que no tiene que volver a pasar? Pues entonces no contribuyamos a ello. Ahora estamos llorando, pero sólo cinco escaños de Rosa Díez votaron a favor de ilegalizar Bildu, hace poco. Todos votaron en contra de ilegalizarlo (PP incluido). Ahora, mira lo que tenemos. Pero hagamos un Torrente, y desdramaticemos.

Yo quiero pensar lo que decía Unamuno, tan de moda ahora con la peli de Amenábar: «España se salvará, porque tiene que salvarse». Solo tenemos que hacer lo que mandó Nelson en Trafalgar: Que cada cual cumpla con su obligación.