La percepción del exterior sobre nuestra historia no siempre es acertada, cuando no terriblemente errónea y voluntariamente malintencionada. Puede que la visión local acerca de lo acontecido en otros lugares a lo largo del tiempo sea igualmente confusa. No existe rigor ni dedicación suficiente para cubrir como es debido ni los simples hechos constatados, mucho menos los grandes agujeros históricos. La mistificación, en cambio, ha invadido convenientemente el espacio que tendría que ocupar la realidad.

La ONU se ha disculpado con España por el error de su web que atribuye el significado del Guernica a una protesta artística de su autor, Pablo Picasso, contra las atrocidades de la República durante la Guerra Civil española. La obra, sin embargo y como saben, pretende reflejar todo lo contrario. La esfera pública está sobrecogida por la errónea descripción, que permaneció dos o tres años sin que se detectase. El caso es que Guernica ha sufrido un bombardeo más. La misión de España ante Naciones Unidas se 'apresuró', digamos que con algo de retraso, en pedir a la organización internacional una rectificación inmediata. El mundo exterior patina con frecuencia al calibrar el pasado y el presente que le es ajeno. Pero el país que menos debería asombrarse por ello es este, donde se cuenta la Historia hasta de diecisiete maneras distintas, muchas de ellas manipulando los hechos a conciencia para satisfacer los mitos con los que se pretende suplantar a la realidad nacional. En ese sentido y de manera comparativa la visión de fuera permanece envuelta incluso en un halo de candor.

Estamos reescribiendo no ya la Historia, sino un montón de historietas disparatas acerca de nosotros mismos.