Sabíamos de antemano que este Gobierno contaría con una vicepresidencia, pero tiene dos. Una, la prevista, para Ciudadanos, encarnada en Isabel Franco. La que consta en el BORM. Pero hay otra, virtual, no oficial: la que ocupa Javier Celdrán. López Miras, que juega con blancas, ha recurrido al enroque al mismo inicio de la partida. Se ha pertrechado en la fortaleza.

Hay una vicepresidencia real, diseñada para la política social, para el gasto. Y una vicepresidencia factual para la política económica y fiscal, o sea, para contenerlo. Cada extremo de la cuerda en manos de uno de los dos partidos de la coalición. Esto significa que esa cuerda se tensará.

El reparto de las consejerías entre PP y Cs, firmado en el pacto de gobernación, ya anunciaba que si bien la mayoría del presupuesto quedaba en manos del PP, las competencias de Cs le permitirían mayor disponibilidad ejecutiva, pues las partidas que deberían administrar los populares eran mayoritariamente cautivas. Es decir, hay más capacidad de discrecionalidad en el reducido presupuesto de Industria, pongamos por caso, que en el de Sanidad, con ser éste infinitamente superior y, sin embargo, apenas permite variables sobre las obligaciones establecidas.

Pero López Miras ha creado su propia vicepresidencia, sin que conste como tal. Un fortín económico (Hacienda) y político (Presidencia), desde el que se administra el presupuesto, se establece la agenda del Consejo de Gobierno y se proyecta la actividad parlamentaria. Lo que viene siendo un laboratorio político, una vicepresidencia real, aunque sin ese título. Jugada maestra.

¿Y quién es el titular de ese ingenio? Javier Celdrán. Un político sutil, pues durante algún tiempo ha querido pasar por tecnócrata, pero se ha criado a los pechos de PAS y el algodón no engaña. Un flash también significativo en este contexto: la generación sobrevive y se exhibe.

Celdrán es amable, expansivo, capaz de manifestar autoridad y conocimiento sobre la materia que le caiga encima, y sin demasiada tendencia a la exposición mediática, a sabiendas de que ésta debe disfrutarla el jefe correspondiente. En su dedicación es estricto, crea tramas de afinidad y no se le escapa una. Como defecto, le falta chispa. Es demasiado formal, tal vez como estrategia para cuando le toque soltarse. Ha llegado el momento. Una leve incomodidad es que su nombre se esgrime como futurible, lo cual puede enturbiar la convivencia con el Conducator si éste percibiera excesivo protagonismo. Pero, tranquilos, está en el secreto.

Por lo demás, López Miras ha recurrido a una técnica empresarial segura: promocionar al segundo escalón en vez de acudir al mercado exterior. Eso da autoestima a los equipos y anima a hacer méritos. Más méritos que Díez de Revenga (Fomento) no ha hecho nadie: Twitter está repleto de su entrega a la causa, con argumentos y sin ellos, en un activismo inverso desde la Administración contra los vecinos que exigieron durante tantos años el soterramiento del AVE.

López Miras ha admitido que no han sabido explicarse sobre esa cuestión, pero debe ser porque no ha seguido a Díez de Revenga, o porque lo ha seguido mucho. Éste, más que como un director general, se ha expresado como un manifestante a la contra. Un tipo duro, pero al menos se sabe las cosas, no como el que sale. Aunque parezca increíble, aquí se mejora con el cambio.

Poner a Antonio Luengo al frente de Medio Ambiente ascendiéndolo desde la dirección general sobre el Mar Menor puede parecer irónico, vistos los avances en ese departamento. Pero quizá responda al perfil necesario para lanzar diatribas al Gobierno central en el capítulo de Agricultura y Agua y para culminar la privatización de la gestión del Medio Ambiente en la hora del cambio climático. Será el punto peleón del Gobierno, a juzgar por la imposible convivencia de Agricultura, Medio Ambiente y Mar Menor.

Del segundo escalón surge también Esperanza Moreno, desplazando a la teórica número dos del partido, Martínez-Cachá, de quien ya sugerí que, con veto o sin veto, no podría sentarse en el Consejo de Gobierno a la misma mesa que la flamante consejera de Empresa por Cs, Ana Martínez Vidal: en los tiempos en que coincidieron en distintas concejalías del ayuntamiento de Murcia tuvieron una relación tremebunda en el marco de una denuncia sobre ruidos nocturnos en los bares de la zona centro de Murcia, que mantuvo imputada a Cachá durante un largo periodo.

La incompatibilidad es tan manifiesta que habría sido un suicidio político tratar de que colaboraran en un mismo empeño. Esta es una de las razones de que Cachá pase a la reserva, además de la que avancé ayer en relación por su apuesta inicial por Soraya en la encrucijada del relevo de Rajoy.

Su sustituta en Educación, Moreno, es experimentada, pues ha circulado por distintos departamentos del ramo hasta alcanzar la secretaría general de la consejería, pero en principio no parece exhibir un perfil político tan fuerte como le exigen las declaraciones programáticas del pacto de Gobierno (con Vox de impulsor en este capítulo), que prima el desarrollo de la enseñanza privada y concertada, lo que puede generar convulsiones sociales si no se atiende en paralelo a las necesidades del muy deteriorado sector público. Cultura migra a este departamento desde Turismo, y son ya incontables las ubicaciones que ha sufrido con los Gobiernos del PP, que no saben qué hacer con esta competencia que debiera ser principal. Dado que la nueva consejera parece encajar en la primera definición, Educación, habrá que esperar a los nombramientos del segundo escalón para constatar si esta vez Cultura es tomada en serio.

Finalmente, la exvicerrectora Cristina Sánchez recalará en Turismo, un departamento en el que está todo por hacer y que pondrá a prueba sus capacidades y su imaginación. En realidad, este fichaje es la única aportación externa a un Gobierno que, en la parte que corresponde al PP, elimina los perfiles puramente políticos (salvo en el caso de Celdrán, que los admite) y remite todo el peso de la gestión y de su interpretación pública al presidente, que traslada su satisfacción por la prueba superada a su propia consideración de suficiencia.

En cuanto al aporte de Ciudadanos, hay quienes señalan la existencia de un gozne sorprendente: la elección para Empleo y Universidades del independiente Miguel Motas, por su colaboración con el popular Juan María Vázquez cuanto éste era vicerrector de la UMU. ¿Ha colocado el PP un gol en la portería de Cs y le ha 'robado' un consejero, o es que da igual, pues casi todos podrían ser intercambiables? La jueza Beatriz Ballesteros, por su parte, despierta un consenso general de gran aceptación, y por lo demás, llama la atención el título de la consejería al mando de la vicepresidenta Isabel Franco: Mujer, Igualdad, LGTBI y Familias (este último término en plural, como es lógico). Debe tratarse del único Gobierno del mundo con un 'ministerio' LGTBI. Dos tazas llenas para el socio de investidura, Vox, al menos de boquilla.

Como primer apunte, lo ya dicho: el Gobierno bicolor consta de dos vicepresidencias, una a cada extremo de la gestión. Darán juego.