¿Qué es la filosofía? ¿Qué hacía Sócrates, que fue condenado a morir por ello?

La filosofía nace con Sócrates como un modo de vivir consagrado a preguntar. Hacer filosofía es cuestionar nuestras convicciones más fundamentales, aquellas por las que creemos saber con verdad qué es lo mejor para nosotros y para los demás, aquellas que dan razón de lo que hacemos y sentido a nuestras vidas.

Sócrates cuestionaba las convicciones de sus interlocutores, pero él mismo no parecía estar convencido de nada, ni tener respuestas para sus propias preguntas.

Sin embargo, en el juicio por el que su ciudad lo condenó a morir, Sócrates mostró una convicción incondicional: no dejaría de hacer lo que hacía, incluso aunque tuviera que pagarlo con la muerte. Aquello por lo que estaba dispuesto a vivir era también aquello por lo que estaba dispuesto a morir.

¿Cómo es posible que Sócrates, alguien con más preguntas que respuestas, mostrara tal convicción? ¿No será que Sócrates no decía lo que pensaba, que mentía o que hablaba irónicamente, y tenía en realidad más respuestas de las que decía tener, y sabia mas de lo que aparentaba?

Todas buscamos, en mayor o menor medida, tener convicción. Tener convicción es saber dónde está uno y hacia dónde se dirige; es tener las cosas claras y estar seguro. Alguien con convicción tiene opiniones bien formadas y respuestas para las preguntas importantes. Y sabe que tiene razón y que está en lo cierto, y por eso puede comprometerse y dar su palabra.

Ahora bien, quien tiene certeza de algo sabe también que podría dejar de tenerla, en caso de equivocarse. Pues si uno ha sido capaz de acertar en su convicción, entonces podría también haber errado. Podría incluso haber errado ya, aunque aún no lo sepa. Por eso, cualquiera que tenga convicciones es susceptible de dudar de ellas. Quizás lo que uno cree saber resulta al final no ser tan cierto, y lo que cree querer resulta al final no ser tan deseable.

Hay quien vive constantemente en la duda, sin saber con certeza qué pensar, ni qué hacer, y sin saber por qué ha llegado donde está ni qué será de él.

También hay quien quiere tener convicción y trata de convencerse, pero al querer creerse algo que no se cree del todo, corre el riesgo de acabar aún más perdido y desorientado.

Por ejemplo, un verdadero militar, convencido de consagrar su vida a defender la independencia e integridad de su comunidad, suele dar por cierto que la valentía es buena.

Conversando con el militar, Sócrates comienza aceptando, como casi cualquiera haría, que la valentía es buena. No obstante, Sócrates asegura no estar convencido de saber qué es la valentía, pidiéndole al militar que se explique.

Quien haya presenciado un acto de valentía y, sobre todo, quien haya sido valiente, sabe lo que la valentía verdaderamente es. Pero haberlo visto o haberlo hecho no es lo mismo que tratar de expresarlo con palabras.

Al afrontar la dificultad de poner en claro qué sea la valentía, el militar duda saber con certeza aquello que antes era para él obvio. No sin esfuerzo, y gracias a que Sócrates pone en cuestión su convicción con más preguntas, el militar se arma de valor y ofrece una conclusión: la valentía es el arrojo mediante el cual nos determinamos a hacer algo que entraña una gran dificultad.

Sócrates interviene una vez más. También hacen falta arrojo y determinación para matar a un inocente. Por tanto: o bien la valentía no es solamente arrojo y determinación, o bien la valentía no es tan obviamente buena.

Es entonces cuando el militar, frustrado y de los nervios, acusa a Sócrates de hablar irónicamente. Para no saber lo que es la valentía, sus preguntas parecen conducir a lo que no es. ¿No será que Sócrates sabe qué es la valentía pero dice irónicamente no saberlo?

Quizás fue Gorgias quien denunció con mayor contundencia la ironía socrática. Gorgias era un sofista, un maestro de la convicción que enseñaba cómo formarse una opinión y, sobre todo, cómo formar una opinión en los demás, cómo ganar una discusión y cómo convencer a una audiencia.

En una conversación en torno a la retórica, Gorgias insiste en que Sócrates sabe más de lo que dice saber. ¿Por qué Sócrates no contesta a sus propias preguntas, en lugar de cuestionar a los demás?

Sócrates dice entonces que quizás sospecha saber algunas de las cosas que Gorgias está convencido de saber. Pero sería peligroso e injusto dar todo esto por sentado, pues es posible que Gorgias, estando tan convencido de su postura, sepa algo que Sócrates aún ha sido capaz de saber.

Preguntar nos permite saber si nuestra postura se mantiene y cómo se mantienen el resto de posturas. Más aún, nos permite llegar a saber de posturas que no podíamos anticipar, que no podíamos saber de antemano.

¿Qué sabía entonces Sócrates?

Dicen que Sócrates dijo: «Sólo sé que no sé nada». Parece una ironía. Lo cierto es que esta frase es de Cicerón, parafraseando parcialmente a Sócrates, y motivado quizás por un testimonio de Aristóteles.

Según Platón, Sócrates dijo algo bien distinto: «Yo no creo saber lo que no sé».

Sócrates cuestionaba lo que damos por cierto con la convicción de que lo más obvio alberga siempre algo imprevisto.¿Cómo se esconde lo que no podemos ver en lo que nos es más evidente?