El periodismo era mirar las cosas desde varios puntos de vista porque seguro que otras personas ven lo que nosotros no vemos. Al menos así es como me lo inculcaron en la universidad y así lo aprendí de los periodistas con los que trabajé en este periódico y así es como intento enseñarlo ahora en mis clases. El periodismo no consiste en construir historias para encajarlas con nuestras teorías, aunque esto sea lo que más abunde. La actitud que debería guiar siempre al periodista es la duda y la desconfianza ante cualquier certeza propia. Por eso su herramienta más valiosa es la pregunta. Nada ayuda más al lector a entender el mundo que un periodista que pregunta. Juan Cruz, que tiene un libro titulado Toda la vida preguntando, decía que el periodismo está hecho de preguntas: «El lector no sabe nada, y el periodista tampoco; cuando este cuenta es porque ha preguntado, ha sabido preguntar. Esa es la esencia de cualquier libro de estilo». Lo decía a propósito de El relato de un náufrago, el reportaje para cuya elaboración García Márquez necesitó 120 horas de preguntas a su protagonista. El mejor periodismo se escribe a contracorriente y cuando el punto de partida es la ignorancia, aunque sea fingida.

Pero hoy parece que nadie está dispuesto a hacer el esfuerzo de escuchar, cuando es más fácil escribir respuestas que hacer preguntas. Y a cualquier cosa se le llama periodismo. Por ejemplo a El intermedio, un programa de crítica política con humor que tiene las cosas tan claras que nunca se equivoca de blanco y siempre sabe a favor de qué causa tiene que estar. Esta vez ha sido la eutanasia. En su exclusiva sobre la muerte de la mujer a la que su marido ayudó a suicidarse, el periodista se dirige a su audiencia con estas palabras: «La pregunta que nos hacemos es: '¿Podemos tolerar que un hombre como Ángel Hernández termine en la cárcel por cumplir el deseo expreso de su mujer?' Yo lo tengo claro. No, de ninguna manera». Pregunta con respuesta incluida. Y al final del programa, él mismo formula lo que él llama su pregunta incómoda: «¿Hasta cuándo van a seguir permitiendo que un acto de absoluto sacrificio y amor como el de Ángel sea considerado un delito?». Tan incómoda que los políticos con los que comparte ideología se han apresurado a responder, encantados y unánimes. A mí me sorprende esa unanimidad, esa aceptación acrítica de una presunta verdad extraída de un caso particular.

¿Cómo es posible que lo tengan todo siempre tan claro? La defensa de este hombre se utiliza para plantear la eutanasia como la cima del progreso, la civilización y la humanidad. Todos a favor de la eutanasia. No sabemos ni lo que es, pero da igual. Ya tenemos la respuesta.