Me pesa no haberme podido despedir de ti. Te has llevado mucho de nosotros y nos has dejado mucho amor y un recuerdo de esos que nada puede borrar.

El pasado jueves se fue un hombre bueno, todo un caballero, un galán, un señor al que hasta el último día de su vida apuesto a que le quedaba perfecto su traje de novio, y hasta el último día, le acompañó su esposa.

Mi querido tío Pepe, siempre atento, siempre correcto. Recuerdo que siempre exclamabas «¡sobrina!» cuando me acercaba a saludarte y siempre te levantabas de tu asiento para hacerlo aunque te dijera que no era necesario. Hace nada estabas en el sofá junto a mi padre, viendo el fútbol, esa es la última imagen que tengo de ti. Y también en esa ocasión te levantaste galantemente a recibirme.

No hace mucho, reflexionaba en un relato sobre si el amor podía ser eterno, a propósito de una pregunta de mi hijo y encontraba la respuesta en vosotros, en mi tía Carmen y tú. Toda una vida juntos, una muestra de amor, un ejemplo de que personas bien distintas pueden convivir respetando la libertad del otro. Mi tía me trajo vuestro viejo cuaderno, el que comenzasteis durante el viaje de novios; ese cuaderno que uno comenzó por la primera página y el otro por la última y del que emanaba amor, humor y ternura y dos maneras de ver el mundo, dos miradas diferentes y un mundo compartido.

Se ha ido un hombre generoso, servicial, el eterno inapetente, el de la tortillita pasadita y la magdalena con chocolate, el señor al que le encantaba invitar. Mi tío, el que de pequeña me contó un inocente chiste que no he podido olvidar: «Tobarra, el municipio que cuando llueve cambia de nombre y es Tobarro». La memoria es curiosa y caprichosa. También recuerdo tu respeto hacia la mujer, cuando te maravillabas del milagro de que ésta pueda crear una vida dentro de ella.

Mi tío, un hombre rodeado de mujeres: mi tía, tus tres hijas, tan distintas también entre sí, tan queriéndote siempre las tres, el equilibrio, el temperamento, la dulzura, tus cuatro nietas, que te adoran y el pequeño José, al que también regalaste tu nombre.

Has sido un hermano para mi madre y mi padre y un hijo para mi abuela Elisa, gracias también por eso.

Mentiría si te dijera que no nos hemos quedado muy tristes, mentiría si te dijera que no nos has dejado llenos de amor. Nunca te olvidaremos y sé que si el cielo existe, nos estás cuidando desde él.

Descansa en paz, querido tío Pepe.