El otro día estaban poniendo en las noticias las riadas de Mallorca. Todos estábamos con la mirada fija en la pantalla, viendo por enésima vez un coche flotando como un corcho, río abajo; casas sepultadas bajo los restos de un río de lodo; gente embarrada limpiando lo que les quedaba€ Y aunque lo han puesto cien veces, es que es increíble. En la huerta hay un dicho que viene a decir que la naturaleza nos va dejando acomodarnos, y no dice nada. Pero que antes de que alguno se haga el dueño, se levanta un día, escrituras bajo el brazo, y de un bandazo, recoge lo que era suyo. Al padre de Carmen le oí una vez recitarlo.

Allí estaban los dos Reyes que tenemos en España, el rey Felipe y Rafa Nadal, cuando salió la imagen de las autoridades locales visitando la zona cero. Va y pregunta Cristina: «Mamá, ¿qué hacen ahí esos señores?». Para ella que se habían colado. En su lógica aplastante se preguntaba qué hacían allí si no estaban limpiando ni tampoco eran los Reyes€ Yo oía eso de 'esos señores', y no podía dejar de reírme. La foto, hija, la foto.

Igual que el otro día, que me preguntó: «Mamá, ¿qué hace ahí el presidente?». Yo miraba alrededor, pero no veía a nadie. Ella insistía y me señalaba. Así que miré en la dirección del dedo, y leí en una urna: «Aquí yace el beato Pedro Sánchez Imbernón». Le di un codazo a Antonio: ahí está Pedro Sanchez. No, cariño, ese no es el presidente. El presidente está muy lejos de ser beato.

Recuerdo cómo en la asignatura de Economía Política, (o en Hacienda Financiera, no lo recuerdo bien), se estudiaba la teoría de Anthony Downs, que decía, entre otras cosas, que los grupos políticos estudiaban (y usaban) las aspiraciones y las necesidades que tenían los ciudadanos para ofrecérselas como camelo a cambio del voto, y una vez elegidos, conseguir sus propósitos personales, que no necesariamente tenían que ver con los camelos que habían prometido antes. No me digas que no andaba encaminado el hombre ni que no es curiosa su teoría.

Para ser justos, aunque Anthony Downs dijera que quien se mete en política sólo quiere dinero, poder o popularidad, conozco a más de uno, y de una a quienes creo que la política les ha costado (y les cuesta) dinero, amigos y prestigio. Y aun así son felices. Quizá sea esa la vertiente personal e íntima de la que habla la teoría: ¡hay quien es feliz así!

Yo, para neutralizar el posible influjo dañino de la política, a todo aquel que debute le animaría a ver La Ley del Silencio. (Por cierto, ¿quién le cambiaba el nombre a todas las películas? Porque ésta en inglés era On the waterfront). Cuenta la conversión de un tío normal, y hasta pasota, en persona íntegra y valiente. La historia de un hombre que consigue, con la fuerza de la dignidad y de la verdad, imponerse a una tiranía injusta y corrupta. Recuerdo el final, cuando sale Marlon Brando medio muerto, tambaleándose, apaleado por el déspota de su jefe, pero sin doblegarse. Cómo la muchedumbre se va abriendo a su paso, primero admirada e incrédula, y luego siguiéndole.

Cuando vi la escena, de pequeña, le pregunté a mi padre por qué ya no le pegaban. «Porque ahora le respetan».

Cuando Cristina sea más mayor se la enseñaré.