Los pasados días 21, 22 y 23 de septiembre se celebró en Murcia, como casi todo el mundo sabe, una feria del libro. Feria que se volvió a celebrar después de 10 años de sequía. Un grupo de «locos enamorados de los libros y de la literatura» agrupados alrededor de PALIN, asociación cultural, comandados por Asensio Piqueras, lo han hecho posible. Visitarla ha sido todo un placer, al tiempo que la envidia ha ido en aumento por cuanto que en Cartagena llevamos, más o menos, el mismo tiempo de sequía ferial. Espero y deseo que el próximo año 2019 llueva sobre la trimilenaria literatura, libros, editoriales, librerías, editores, autores y público ávido de cultura.

Por todo el trabajo felicito a todos los que han llevado a cabo ese proyecto y que continúe cada año, sin interrupción y creciendo. Las ferias del libro, sean del tipo que sean, son espacios maravillosos y geniales de encuentro entre lectores con lectores, lectores con escritores y a la recíproca, pre lectores con libros; en fin, un lugar de múltiples emociones y, por qué no, conmociones al conocer a aquel autor que admiramos y nunca se lo hemos confesado.

No podemos perder de vista todo aquello que hará posible que la feria se consolide. Tiene que haber un equilibrio entre equipo de coordinación, libreros, instalaciones, publicidad y ánimo del público (sobre todo hay que interesar, conquistar y mimar al destinatario último de una feria: el público). Es una danza muy delicada donde una metedura de pata puede arruinar los preparativos de todo un año.

El éxito de esta pasada feria de Murcia ha sido muy gratificante. Presumo que se superaron las expectativas de asistencia, muy buena oferta editorial, perfecta ubicación y, por lo recabado, en general fueron muchos más abundantes los comentarios positivos que los negativos. Sin descartar alguna chinita en el camino que puede servir para mantener los pies en la tierra. Por todo ello y mucho más, grito lo que alguien proclamó antes que yo: «¡Que vivan las ferias del libro para que la gente viva!».

Las ferias del libro tienen que ser ferias libres, sin ataduras, ni cortaduras, ni prohibiciones, ya se encargará el público asistente de filtrar. Comento esto porque el próximo mes de noviembre se celebrará la feria del libro de Kuwait y todos los títulos que se presenten pasarán un doble control. Lo curioso es que las exclusiones se hacen en base a una búsqueda con palabras claves.

Decenas de activistas y escritores kuwaitíes organizan protestas desde principios de septiembre contra la censura estatal que priva a los habitantes del emirato de acceder a miles de obras literarias, entre ellas la del colombiano Gabriel García Márquez. Se celebra la cuadragésima tercera edición y, según los organizadores de las protestas, para no fingir que se lee todo es por lo que se rebelan contra la censura.

Según lo investigado, el Ministerio de Información de Kuwait ha prohibido al menos 4.000 libros en los últimos cinco años, entre ellos Cien años de soledad de García Márquez y Nuestra Señora de París del francés Victor Hugo. Parece ser que lo hicieron por presión de los círculos religiosos y conservadores. Todas las obras literarias que se presentarán en la feria pasarán por el filtro de un comité de censura.

La novelista Mays al Otham ha declarado: «Desafortunadamente, censurar un libro refleja una profunda ignorancia». Ella misma ha sufrido la censura. Su novela La Verruga, que relata la historia de una mujer violada durante la ocupación de Kuwait por Irak (1990-1991), ha sido prohibida.

Aguil Youssef Aidane, autor de dos libros prohibidos, atribuye la censura a las «presiones políticas que ejercen ciertos círculos religiosos sobre las instituciones culturales». «La censura de libros, a veces únicamente por contener una imagen o una palabra, daña la imagen de Kuwait», comenta el autor. ¡Vivan las ferias del libro sin censura alguna!