Diego Conesa, delegado del Gobierno. Perfecto. Es una decisión clave. El líder socialista y candidato electoral a las autonómicas de 2019 no es diputado regional, permanece confinado en la alcaldía de Alhama, y su protagonismo público se reduce a la presencia en calidad de representante del principal partido de la oposición no siempre junto al resto de portavoces, los de Podemos y Ciudadanos, éstos sí ubicados en su correspondiente escaño. La oportunidad del cambio en la política nacional no podía desaprovecharse para que el PSOE murciano pusiera todos sus activos en marcha.

La opción conservadora habría consistido en colocar en la delegación del Gobierno a alguien de la confianza del secretario general para que fuera resolviendo los asuntos, que se prevén enrevesados, sin que las resoluciones del cargo, cuando pudieran resultar conflictivas, no siempre a satisfacción de una alternativa diferenciada al Gobierno del PP, afectaran al futuro de la opción electoral de Conesa.

La otra, que el propio Conesa asumiera el riesgo de representar sin intermediarios al nuevo Gobierno socialista de Pedro Sánchez. Con todas las consecuencias. En realidad, es lo que ha de hacer un líder que no quiera esconderse. Aunque deba colocarse prematuramente en primera línea para asumir o replicar lo que le venga. El que será candidato socialista a la presidencia de la Comunidad era, con título o sin él, una vez que el PSOE gobierna en España, el delegado del Gobierno central, así que mejor ejercer institucionalmente como tal. En el supuesto de que las cosas no vendrán siempre bien dadas, el gesto expresa valentía política, es cierto que inevitable. Y que se haya dado a conocer antes incluso de la toma de posesión de la ministra que debiera nombrarlo expresa que la estrategia está conformada de antemano. Pero es que un diseño distinto no habría tenido sentido.

A la vez, la delegación del Gobierno es un escaparate para impulsar la popularidad de quien aspira a ser reconocido como candidato alternativo al actual estatus popular. Es la plataforma idónea para ponerse a la par del presidente regional, López Miras. Así lo admite el delegado saliente, Francisco Bernabé, refiriéndose a Conesa, en un grupo de whatsapp en que ciertos dirigentes del PP comparten confidencias: «Estaba claro. Si quería jugar a ser presidente, éste era el sitio», aunque tal reflexión no lo implique, en apariencia, a él mismo, quien mientras ejerció esa función aseguraba que no era una palanca para suplir a López Miras. Y añade Bernabé en su pieza confidencial: «Voy a reventarlo cada vez que pueda. Que, con lo que sé de cómo están las cosas que dependen del puesto, creo que voy a poder hacerlo muchas veces...». Esa poco sutil voluntad de ´reventar´ a Conesa con los conocimientos de la breve experiencia acumulada tras el paso por la delegación del Gobierno parece más bien un exceso más del lenguaje poco sofisticado del delegado saliente, pero implícitamente denota que el cargo no es una ´maría´.

Puede que Conesa, ya institucionalizado, deba bregar con contradicciones sobre lo que el PSOE propone y a lo que hasta ahora se opone, pero estaba obligado a colocarse en primera fila desde el momento en que apareció la oportunidad. Ahora en la Región gobiernan dos, López Miras y él, cada uno en lo suyo. Casi a la par. O tal vez a codazos. De líder a líder.