Todo el día de ayer esperando la nota de Huermur sobre el casoplón de la concejala María Ángeles Micolconcejala María Ángeles Micol en plena huerta de Murcia, y no llegó. Tendría que haberla redactado su hijo, el heredero de la propiedad y de la presidencia de la asociación, de modo que se entiende muy bien que tuviera sus reservas. Pero, según la costumbre, podría haber recurrido al consabido pretexto de la conspiración universal contra los altermundiales del que la prensa canallesca y el íncubo Inda son meros instrumentos, con sus proyecciones provinciales.

Da igual que la verdad lo sea si la cuenta Agamenón o su porquero. La perplejidad que nos deja el silencio de Huermur procede de que quienes alientan los valores tradicionales, ecológicos y esenciales de la huerta murciana lo hagan desde un chaletazo con piscina y demás complementos imaginables instalados en pleno cogollo del espacio a preservar. Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago, sentencia previsible desde el principio de los tiempos a la que, como vemos, no se sustrae un sector de los apóstoles podemitas.

Los defensores impostados de los usos de la huerta se asientan en ella reconvirtiendo el espacio de su propiedad en zona residencial de gran lujo, y son curiosamente los mismos que, a la vez que se escandalizan de la contaminación del Mar Menor por la profusión de impactos contra su ecosistema, diseñan, realizan y cobran proyectos de ampliación de los puertos deportivos (poco importa si mediante empresas fantasma o ´inexistentes´) con el eufemismo de camuflar la ampliación de puntos de amarre como fondeaderos, y encima presumen de la perfección técnica con la que contribuyen legalmente a colmatar el tráfico de embarcaciones, cosa lógica en la mentalidad de quienes, además, son orgullosos propietarios de alguna de ellas.

La cobertura del simulacro se pretexta en que la propietaria del superchalé huertano pasa por ser una gran luchadora en favor de la preservación de la periferia urbana y, al parecer, tiene cogido por los huevos al PP, al que en un futuro denunciará con pelos y señales por su vocación depredadora. De momento, Micol sólo ha denunciado a un incómodo compañero suyo del grupo de Ahora Murcia que, antes de pertenecer a él, se dedicaba, como ella, a prestar servicios profesionales a ciertas empresas. Ha sido precisamente LA OPINIÓN, medio al que la concejala obvia, quien hizo por ella el trabajo de denunciar el comportamiento impropio de un poderoso concejal del PP. Se entiende ahora que, cuando le correspondía atender las llamadas de este periódico, tardara cuatro días en dar la cara, pues probablemente se ocupara de bucear en la piscina de las delicias en compañía de su periodista de guardia y del ecologista del antifaz.

Por favor, un referéndum ya a las bases, o como sustituto, una nueva rueda de prensa-mitin. Que sí, que sí, que se puede.