Ante los restos arqueológicos descubiertos en la calle Madre de Dios muchas personas se preguntaron: ¿Y estas piedras para qué sirven? Por lo menos, para crear un polémico debate sobre su conservación entre Ayuntamiento y Huermur. Un 'mini San Esteban' perdido por la asociación, que ha llegado a su fin en fechas de triste aniversario.

El pasado 7 de febrero fue el aniversario del mayor desastre arqueológico sufrido en Murcia. En 1952, el ayuntamiento de Murcia destruye, de madrugada, después de un duro debate en prensa y hasta, según dicen, una bofetada al señor alcalde, los baños árabes de la calle Madre de Dios pese a estar declarados monumento nacional. De esta forma, Murcia entraba en la urbana modernidad gracias a su Gran Vía.

En enero, con el descubrimiento de más restos en esta calle, la asociación Huermur criticó duramente al Ayuntamiento y pidió que se conservaran. La dirección general de Bienes Culturales lo desestimó una vez recibido el informe preliminar que decía: «Tras encontrar restos de pavimento se constata un muro y restos cerámicos asociados al XVII así como una gran tinaja». El dimitido, por su excesos verbales, concejal Roque Ortiz les dijo: «No os preocupéis, la excavación la supervisa arqueólogos que saben más de patrimonio que vosotros». Una afirmación de contenido cierto pero de inaceptable forma.

Huermur se dedica a la encomiable labor de conservar la huerta y el patrimonio de Murcia. Y es normal que estén ojo avizor teniendo en cuenta las palabras del arquitecto Chueca Goitia: «Murcia podría haber sido una de las ciudades más bellas e interesantes de toda nuestra península si hubiéramos sabido conservarla», «qué atrocidades se han hecho en pocos años», «qué avenida de José Antonio, rompiendo la vieja y delicada ciudad para saciar apetitos especuladores»...

Pero como dice el catedrático Cristóbal Belda, el interés por el patrimonio ha cambiado. La ciudadanía, en un acto sin precedentes, venció a la Comunidad Autónoma y salvó in situ los restos de San Esteban. Se ha pasado de despreciar a los arqueólogos y considerar los restos como cuatro piedras, a emocionarse con esas hermosas piedras.

¿Qué ha ocurrido? El causante principal es el turismo cultural. Y en nuestra región, emulando el concepto 'efecto Guggenheim', eso se llama efecto Teatro Romano, el buque insignia del cambio. Ahora, en el buen sentido, Murcia envidia a CartageNova. Huermur lo ratifica, sí, Murcia se mira en Cartagena y busca su efecto San Esteban; un proyecto por fin en marcha.

En mi opinión, Huermur, a quienes sigo y admiro, se ha equivocado. Porque ¡Madre del Amor Hermoso! qué error considerar estos restos un recurso turístico. Y Roque Ortiz sí tenía razón cuando les recriminaba que sembraban injustas dudas porque decir destrucción es tergiversar, y decir que en arqueología, lo usual es «desmontar y meter en bolsas y olvidarlos en un almacén» o que «ahora sólo nos quedan las fotos y un triste recuerdo» es decir medias verdades porque de lo que sí sólo quedan fotos y un triste recuerdo es de los destruidos baños árabes.

Pero al César lo que es del César y donde sí tienen razón es en que hay que valorar el patrimonio moderno, al que le sumo el contemporáneo. Quizás sería mucho pedirles que, mientras se cumple o no la Ley de Memoria Histórica, también critiquen los actos vandálicos sobre el histórico escudo franquista de Santa Catalina. Lo que hoy son objetos cotidianos serán los futuros inquilinos de los museos. Y, o empezamos a conservarlos ya o tendremos overbooking de calzadas romanas. ¿Y estas piedras para qué sirven?

Entonces, ¿qué hay que conservar? Salvo castillos, murallas y otros, no existe normativa al respecto, pues depende de muchas circunstancias. Al principio, se conservaba lo artístico y/o monumental y luego lo muy antiguo. Ahora se le suma lo que documente una época o un personaje, como podría ser la casa de Antonete Gálvez.

¿Y quién lo decide? Las Comunidades autónomas son las competentes, y según distintos criterios se conserva o no por lo que estamos en un terreno cambiante. Lo que en los 90 no se conservaba, ahora sí (San Esteban) y restos que se conservaron con intenciones turísticas ahora quizás son un sinsentido que el arquitecto José Manuel Chacón llama arqueología de la cuarta.

En la Región de Murcia, Ayuntamientos y Comunidad, con aciertos y errores, han aprendido a proteger y valorar nuestro patrimonio. Espero que Huermur esté de acuerdo con que los restos vayan a su cauce pero, como dice el catedrático Belda, sin dejar de vigilar para que no tengamos que volver a decir «¡Madre de Dios! ¿Pero qué hemos hecho?».

Dos propuestas. Primera: este debate tendría un hermoso final si el Ayuntamiento colocara imágenes y textos de los baños árabes en la calle Madre de Dios. Y más aún, si al proyecto de reubicar los escudos nobiliarios en sus lugares de origen le siguiera la misma actuación en la huerta, tal y como ha solicitado Huermur. Y segunda, que los museos no acaben en la Edad Media, pues serían más visitados y cumplirían mejor su función si incluyeran los periodos moderno y contemporáneo.

Con San Esteban en marcha, y como piden el doctor Belda y Huermur, es buen momento para reflexionar qué patrimonio es hermoso y debemos conservar para sentirnos orgullosos y mostrarlo a los visitantes. Así que abramos una Nueva Gran Vía dialéctica para debatir este siempre controvertido asunto. Y os lo pide un cartagenero amante de su ciudad natal así como de la de adopción, Murcia.