Estos últimos días ha vuelto a hablarse de si la universidad privada que opera en nuestra región debería o no de ajustarse a un mapa de titulaciones regional que impidiera la duplicidad de titulaciones en según qué títulos. Este debate ha comenzado a la luz del hecho de que parece ser que nuestro Gobierno regional está trabajando en una nueva ley de universidades autonómica que sustituya a la actual. Las declaraciones de nuestro presidente regional, señor López Miras, parecen indicar que es partidario de dejar que la UCAM pueda impartir la titulación que desee. De hecho, así ha sido hasta la fecha.

Por otro lado, los rectores de las dos universidades públicas se han manifestado reclamando dicho mapa de titulaciones. Por tanto, nos encontramos ante un conflicto de intereses en el que el árbitro se decanta por una de las partes. El PSOE también se decanta, se decanta por la defensa de lo público y por eso que tanto le gusta repetir al presidente Rajoy, el sentido común, sentido común aplicado a la gestión del dinero público.

Vayamos por partes. En primer lugar, hay que decir que la actual ley regional de universidades es de 2005 y la ley nacional es de 2007, por lo que es claro que ya habría de haber sido modificada, aunque solo fuera para adaptarse a los cambios que la nacional supuso. No obstante, esta nueva ley regional podría ser más ambiciosa y contemplar otros temas que pudieran servir para mejorar el funcionamiento y los resultados de nuestras universidades públicas. Habrá que ver si esto es así cuando conozcamos el borrador de esa ley (si es que en algún momento el Gobierno regional se digna a pasárnoslo), pero mucho nos tememos que no haya ninguna aportación real y práctica en este sentido.

En segundo lugar, volvamos al debate de si nuestras tres universidades deben de ser complementarias o deben de competir unas con otras por los alumnos para unas mismas titulaciones. Existe un enorme consenso entre las universidades públicas en que se debe de mantener el status quo por el cual la UPCT se especializa en las titulaciones típicas de las universidades politécnicas y la UMU en todas las demás. El problema surge con la UCAM, la cual pretende que se le aprueben todas las titulaciones que presenten, tanto de un tipo como de otro. ¿Es eso razonable? No permitirle impartir ninguna titulación que ya impartan las públicas no sería razonable, pues eso sería como decir que no se le permite existir. Pero sí que puede ser muy razonable el que no se le aprueben todas ellas, especialmente cuando ya son impartidas en las públicas y la demanda del alumnado es pequeña. ¿Por qué? Porque hacer lo contrario sería que el gobierno de lo público, después de haber invertido un considerable dinero en implantar una titulación, la pusiera en peligro al permitir que sus posibles alumnos se dividan entre dos universidades.

El PP dice que la competencia es sana, pero ese mantra tan repetido es una falacia cuando hablamos de universidades. Porque, ¿quién es el cliente final de una universidad privada? El que paga. ¿Y quién es el cliente final de una universidad pública? El conjunto de la sociedad, la cual es la que la financia fundamentalmente a través de sus impuestos. Pero ¿qué reclama el cliente final de la privada? Básicamente, un título universitario. ¿Y qué reclama el cliente final de la pública? Básicamente, buenos titulados universitarios que sepan hacer bien su trabajo como médicos, ingenieros, economistas o maestros. El problema es que si se plantea la libre competencia con esta diferencia en las reglas de juego, la sociedad saldrá perdiendo. Y a los intereses de la sociedad se supone que se deben nuestros gobernantes, no a los intereses de algunos miembros concretos de esa sociedad.

En cualquier caso, mi percepción es que en esta legislatura no va a haber ninguna propuesta de nueva ley de universidades. La actual ley ha permitido al PP hacer lo que ha querido y presentar una nueva con consenso de todas las partes va a ser difícil, por lo que posiblemente opten por la estrategia de su gran líder, Mariano Rajoy, de dejar pasar los problemas. La cuestión es que, tal y como se ha visto con el tema de Cataluña, los problemas no se arreglan solos y si te descuidas mucho, te explotan en la cara.