Antes de pillar por banda a la CAM creo recordar, pero habiendo estado al frente ya de algunas ferias, fue cuando un canalla trazó el perfil de Modesto Crespo arrancando en el propio paritorio, con el doctor transmitiendo la buena nueva: «Señora, ha tenido usted un presidente».

A la Audiencia Nacional todo esto le pilla de lejos y, con la carga de figuras de primer rango que desfilan por las dependencias, el banquillo de encausados que le dieron el boleto a la caja después de asegurarse una renta vitalicia de sones caribeños no es más que un asunto menor. La galopante asimetría que nos devora, paisanos, por los cuatro costados. Sin embargo, en el territorio donde tuvieron lugar los acontecimientos es bien conocido que, a este señor que esgrimió sin rubor carecer de cualquier tipo de conocimiento para ser investido por una institución que era un bomboncito, lleva toda la vida al tanto de cualquier negosi que pase cerca.

De haberse empapado tan alta instancia del currículo, de los pasos y de las actitudes habría encontrado señales inequívocas de que sorteó trances en los que ni siquiera mostró temor de Dios. En concreto, el 8 de junio de 2009, fecha en la que cogió las riendas de la extinta y en la que, respecto de las posibles fusiones, alertó: «No tiene imprescindiblemente ni por qué ser la más importante ni la más necesaria. Siempre que se pueda dar, será dentro de unos objetivos técnicos que deben valorarse; tendríamos que ver, hablaremos a futuro». Y respecto a su línea de actuación, pese a la retahíla de no tener ni pajolera idea, se marcó hasta un Mou: «Confío en dejar una impronta personal». Un pelín altisonante quizá para alguien que alardea de las limitaciones que tanto feeling han encontrado en el tribunal.

Las mayores extralimitaciones cayeron del lado de López Abad al haber retorcido la legalidad, la legitimidad y la seña de identidad de la casa para propiciar que la prestigiosa tarea desplegada por el espécimen absorto fuera recompensada a base de bien. Que con su pan se lo coman.