Parece como si algunos fuéramos al cine pensando en aquellas películas mudas en que tropezones, atropellos y caídas eran un puro elemento visual, almohadillado por una espesa capa de silencio. O quizá viviéramos en la añoranza de los silencios que nos conmovían en el final de Centauros del desierto o en aquellas miradas eternas de los héroes casi mudos del cine de arte y ensayo que parecía que no hablaban ni se movían por no pecar; y cuando eso ocurría, sus escuetas palabras nos acariciaban o nos encogían el ánimo con su tono reposado y profundo. Porque entonces el estruendo no iba más allá del ruido de un coche trepando por las colinas de Hollywood, del resonar de los cascos de las caballerías por las anchas praderas del Far-West, y a lo más el estrépito de la diligencia acosada por indios o bandoleros o el son breve y estridente de corneta del séptimo de caballería.

Pues si usted anda también sumido en estas añoranzas, abandone toda esperanza, porque nada más entrar en la sala será sacudido por el estruendo de terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas, explosiones y derrumbes que sacudirán los cimientos de su butaca y los fondos de sus entrañas con sus desaforados decibelios, como si el fragor de la batalla hubiera invadido el patio de butacas.

Si usted observa, entre las brutales sacudidas del tráiler, que la sala está repleta de furibundos comedores de palomitas y chuches, regadas con cubos de bebidas azucaradas, puede temerse lo peor, porque toca película de moda: descerebrados que destrozan entre berridos todo lo que alcanzan, locos subidos en automóviles o en otros cacharros disparatados que derrapan, chocan y vuelan una y mil veces; catástrofes que se tragan barcos, ciudades y el mundo todo; dinosaurios, godzillas y transformers que saltan fuertes y fronteras aplastando todo lo que encuentran; héroes que inundan el mundo con sus aullidos y desmanes en sagas interminables que todos jalean.

Si usted no soporta los rigores de este ruidoso trajín, si acude a salas de proyección vacías, si goza aún con películas de argumento y asunto coherente, sepa que es usted uno de los últimos de Filipinas, con una afición trasnochada y obsoleta, incompatible con la carga de ruido y adrenalina del nuevo séptimo arte.