Qué consternación ha generado en la ciudad la pérdida de gran parte del ficus de Santo Domingo! Un golpe de calor ha sido la gota que colma el vaso de la suma de adversidades que ha sufrido este árbol.

Esta grave pérdida, que no es normal en un ejemplar joven para su especie, no llega a los 130 años, puede deberse en parte, a no haber contado con la debida protección que merecía. Más me gusta pensar que en su caída ha sido él el protector, ya que lo hizo avisando de su rotura.

En estos años ha observado 'callado' cuanto acontecía desde ese pequeño reducto artificial del centro de la ciudad. Ha visto cómo se intervenía en su entorno sin el debido cuidado hacia él.

El mayor de los errores fue la transformación hace años de la plaza elevada de tierra en una 'plaza dura que le dejó en un macetero, como bonsái. Esto fue casi con seguridad el inicio de su declive ya que se afectaron sus raíces.

Y es que cuando se interviene en el terreno del entorno de un árbol monumental sus raíces padecen. Esto es un hecho repetido por técnicos especialistas y demostrado por la experiencia, pero desafortunadamente aún vemos a urbanistas, arquitectos, etc. que lo desconocen. Y lo más importante, vemos intervenciones urbanísticas donde no consultan a jardineros especializados, agrónomos o paisajistas.

Cierto es que la pavimentación de Santo Domingo se hizo hace años cuando quizá aún se desconocía la afección que podía tener, pero también es verdad que recientemente Urbanismo ha hecho una remodelación del alcorque del Ombu o Bellasombra de San Bartolomé dañando las raíces. ¿Se habrán consultado y respetado las indicaciones del técnico correspondiente?

También ha sido importante que no haya existido una 'ruta de viaje', un Plan Especial para Arbolado Monumental elaborado por técnicos competentes (los hay dentro de la Administración) que recogiera todas y cada una de las actuaciones que necesitaba, en qué momento debían hacerse y qué actuaciones no podían ejecutarse.

Los ciudadanos no teníamos que haber perdido parte de este árbol monumental, que era patrimonio murciano, como no nos gustaría perder cualquier otro patrimonio arquitectónico. Posiblemente se podía haber salvado si la Administración, a lo largo de los años, hubiese dado mayor protección a este tipo de elementos patrimoniales.

Esperemos que este suceso sirva para que haya una mayor sensibilidad hacia los árboles singulares, monumentales o patrimoniales por parte de la Administración y de los ciudadanos. Hay que reconocer que la Administración ha dado un paso adelante con la reciente aprobación de la Ley 14/2016 de Patrimonio Arbóreo Monumental de la Región de Murcia. Pero también es cierto que aún debe tener más sensibilidad y diálogo con el 'patrimonio verde' y sus profesionales.

Asímismo, los ciudadanos tenemos la oportunidad de hacer una reflexión sobre la importancia de estos elementos verdes en nuestras vidas: los beneficios medioambientales, sensoriales, visuales, sociales, psicológicos... Y de decidir cómo podemos corresponderles.