Junio es un mes desorganizado. Para unos, llega ahora la fecha de escapar a los puntos de veraneo en el fin de semana. Sin embargo, en la Murcia calurosa aún no exprimen sudores los rayos de Febo. Se van los que siempre tienen que llegar antes que los demás a todas partes. Los que luego recibirán a los forasteros con aire de nativos bronceados, mirándolos por encima del hombro, como queriendo cobrar el favor de permitirles sentar sus reales y toalla a la orilla del mar.

Fin de curso. Es como terminar el calendario. Perspectivas de próximas vacaciones para quienes inclinan la cabeza ante el trabajo (el que lo tenga) durante once meses. ¡Ya está otra vez el verano encima! «Hay que ver cómo pasa el tiempo». Lo mismo se dice en Navidad, y el día del cumpleaños y el aniversario de boda. Todos los 'parece que fue ayer', que se pronuncian durante el año, lo hacen más corto de lo que es en realidad. Es natural que cada día acabe un año que empezó trescientos sesenta y cinco días antes. Pero la gente no se da cuenta de eso.

En el campo se hace manifiesta la sequía una vez y más, y se siega ya el pan de los veraneantes. En las cocinas despierta de su letargo ése cocktail refrescante que combina dientes de ajo, pepinos, tomates, pimientos y cebollas con los deliciosos tropezones de jamón y picatostes que recibe el persuasivo nombre de gazpacho. Sustento frío y agradable cargado de nutrientes que pese a la modestia de sus componentes se hará imprescindible a lo largo de la canícula que nos llega de manera irremediable. Degustar un gazpacho en verano es obligado como entrante fresco y sabroso, al que puede seguir sin estorbo un exquisito caldero, delicia exclusiva de nuestro Mar Menor, paradisíaco y singular; tocado de muerte, pese el optimismo de una pronta recuperación de quienes nos gobiernan.

Una Mar Chica despojada de banderas azules que proclaman la excelente salud de aguas y arenas. Ayer paraíso de bañistas y navegantes, destino de acémilas y jamelgos que desde la huerta se dejaban caer en días agosteños tirando de carros en busca de la brisa marina. El veraneante, el bañista de ayer clamaba al cielo ante el abordaje de algún zurullo errante, materia orgánica benefactora de la flora y la fauna marinas del que fuera paisaje incomparable. Ahora se sorprenden, pasmados ante las aguas turbias de la laguna con aspiraciones de cenagal. Los vertidos sin control; la navegación a motor, el exceso de construcciones, la dejadez y la falta de previsión ante lo que podía ocurrir han herido de muerte a nuestro mar, ayer azul y hoy gris: medusas, algas nocivas, La Manga, que según predicciones y malasombras, un día, más pronto que tarde, desaparecerá tragada por las aguas del Mediterráneo.

La mayoría de los proyectos quedan en eso, en meros proyectos, tal vez ilusiones, por no decir engaños. ¿Dónde está la Paramount? Un tren de alta velocidad, que por arriba o por abajo, llega con retraso; aviones que pasan de largo durmiéndose en el tiempo. Todo es maléfico, semejantes desmanes indican de manera rotunda que a Murcia la ha mirado un tuerto. Y por si fuera poco, al popular aficionado, seguidor entusiasta de la selección nacional de fútbol, Manolo el del Bombo, viene a Murcia al encuentro amistoso entre España y Colombia y le roban el bombo. Ha sido la Armada Española, no podía ser de otra forma, la que ha recuperado el instrumento; hurto que me recuerda aquel día en que al famoso barman Perico Chicote, en visita a Murcia y a las puertas de un conocido hotel, le chorizaron las cuatro ruedas de su flamante Mercedes Benz y con gesto desvalido dijo aquello de «¿Y ahora cómo vuelvo a mi casa?».

Cuarenta de mayo, ya nos podemos quitar el sayo ante un verano que promete altas temperaturas en cualquier ambiente.