En el libro de Jesús Maraña Al fondo, a la izquierda (página 46), se recoge que, después de una reunión de notables del partido y ante las primeras elecciones primarias a la secretaría general del PSOE, Susana Díaz afirmó en referencia a Pedro Sánchez: «Este chico no vale, pero nos vale». Según el periodista se trata de «una reflexión clave para entender lo que ocurre a partir de entonces». Sánchez es dibujado como un tipo alto, guapo, simpático, bien dispuesto al diálogo y a aceptar recados políticos de sus mayores (€) 'nos vale€' de forma transitoria, hasta que llegue el momento oportuno para que Díaz dé el salto al sillón de Ferraz, en el sobreentendido, mientras tanto, de que «su liderazgo será vigilado, compartido o tutelado». Y sobre ella misma, Maraña cuenta reseña la hipocresía de la presidenta de la Junta de Andalucía (página 325) cuando le revela: «Yo creo que algún día habrá que reconocer que somos un Estado plurinacional€ pero en su momento, cuando toque, paso a paso».

Lo que ocurrió es que ´el chico´ ya sabía lo que quería para su partido y para España, y era un rebelde con causa y, además de tener en la cabeza la idea de España como nación de naciones, también está escrito en el programa, la audacia intelectual y política de él y de su equipo, de un proyecto que dibuja un nuevo PSOE, tan deseado por las bases del partido como necesario para los tiempos que corren, un proyecto claramente de izquierdas sin mezcla de mal alguno, es decir, sin concesiones a la derecha.

Todo esto, y el sufrimiento padecido por Pedro Sánchez desde aquel terrible comité federal, y antes, le han hecho un candidato seguro, fuerte, con ganas de hacer cambios inmediatos y fructíferos para este país, al margen de los ´asesores´ mediáticos y los contertulios de tres al cuarto. Ahora es el tiempo del cambio, no de las editoriales de los diarios, el tiempo de los militantes, que es tanto como decir de los socialistas, de la ilusión, y también de aquellos votantes del partido que sabrán (no me cabe ninguna duda) estar a la altura de esos tiempos rebeldes y de los nuevos que están por venir; poco a poco, pero con paso seguro.

No tengo duda de que Pedro Sánchez es la persona clave para crear las condiciones de un socialismo español que tenga que ver con lo mejor de nuestro pasado y lo que aún debemos construir cara al futuro. Me reafirmo en algo evidente: soy ya muy mayor, pero nunca antes he visto una revolución tan fervorosa e ilusionante como la emergencia en el PSOE de este Pedro Sánchez al que ahora le toca una refundación de este viejo y nuevo partido. Nunca lo había visto. Tal vez aquel 1982 que, tristemente, el post-felipismo ha dejado en otro lugar casi oculto, casi olvidado para nuestros jóvenes o, tal vez también, aquellos primeros días de Podemos que la vanidad y el desafuero han deconstruido después sin que diera tiempo a cerrar filas; ellos también, si se hubiera porducido aquel ´sí es sí´ a este Pedro Sánchez que podría ser presidente desde entonces, este ´chico que no vale, pero nos vale´, al decir de la ambiciosa andaluza, que no gana elecciones (las de candidata a secretaria general del PSOE). Y es ahora cuando recuerdo aquellas duras palabras cuando le decía con mala fe a su rival candidato a las primarias: «Pedro, la culpa no es mía, no. La culpa es tuya, porque nadie ya se fía de ti, nadie confía en ti, Pedro». Y fue por esto que los militantes, en estas segundas primarias, le han ofrecido a Pedro la justicia sobre tanta mala palabra, ofensa y traición que tuvo que soportar después de que, como hombre de honor, dimitiera de diputado. Cuestión esta que debieran aprender aquellos creadores de tanta traición y tanta ofensa sin motivos que intentan quitar el honor a quien lo tuvo siempre, aquel chico que no valía, pero que les valía, a los que le traicionaron desde el primer día en que ganó aquellas primeras primarias.