El cine de ciencia ficción se encuentra a la vanguardia científica. Bueno, más que eso, las novelas de ciencia ficción, que son la semilla primigenia en que se basan las películas que a todos nos hacen, de una manera u otra, emocionarnos con el futuro. Pues bien, hace pocos días vi una noticia en la que se aseguraba que en Star Trek, allá por los años ochenta, llevaban una especie de móviles 'de concha', es decir, aquellos en cuya tapadera, que se abre y cierra, se encuentra la pantalla. Lo curioso es que, mientras en los años ochenta se trataba de un invento cuya materialización se antojaba irreal, hoy nos resultan, a muchos, unos teléfonos móviles bastante anticuados. Ahora nos acordamos de Julio Verne, con sus famosos inventos sobre el papel, para referirnos a lo ligada que se encuentra la vanguardia científica a la imaginación. Verne quizás fue el pionero, habida cuenta de la cantidad de transportes u objetos que éste ideó. Pero se abren paso en el siglo XX otros escritores cuyas teorías, más refinadas por eso de pertenecer a un siglo de mayor conocimiento, nos deben hacer pensar. Carl Sagan o Isaac Asimov son dos buenos ejemplos. Cómo se comportarán los robots o cómo son los agujeros de gusano son temáticas recurrentes que, cada día menos, suenan aún a ciencia ficción. Pues bien, ahora surge una pregunta con mucha fuerza: ¿dónde surgió antes: en la mente de un escritor o en la mente de un científico que nada tiene que ver con la literatura?