No seré yo quien le niegue a Pedro Antonio Sánchez una capacidad de resistencia, una perseverancia, fuera de lo común. Otro, en su lugar, hace tiempo que hubiera tirado la toalla o se habría dedicado a cultivar su jardín, como recomendaba Voltaire en Cándido. Pero no, PAS resiste, insiste y persiste. Contagiado por ese extraño virus que llaman del poder, no ha conocido otra ocupación que no sea la política y en ella piensa mantenerse cueste lo cueste, contra viento y marea. Y eso que el cargo se le resiste. Incluso desde antes de ser nombrado. Basta hacer un poco de memoria para recordar aquellos meses atribulados de 2014, cuando Valcárcel, muy a su pesar, tuvo que renunciar a nombrarlo presidente por estar ya imputado en el caso Auditorio y se vio en la necesidad de recurrir a Garre como sustituto. Luego vino una trabajada desimputación y las aguas volvieron a su cauce: Garre fue botado sin conmiseración y PAS restituido en su puesto ´natural´.

Su victoria, no obstante, sin mayoría absoluta en las autonómicas le trastocó de nuevo sus planes. Ciudadanos lo hizo presidente a cambio de firmar un acuerdo por el que se comprometía a apartarse y a apartar a aquellos cargos públicos que resultaran imputados por corrupción política. Y en esas estamos. Con un PAS al borde de la imputación, con dos frentes abiertos, intentando zafarse de una Justicia y un fiscal que le pisan los talones.

En realidad, si bien se mira, la vida política de PAS no ha sido otra cosa que un remedo del tradicional juego del gato y el ratón, sobre todo desde que se le ocurrió construir el dichoso Auditorio. Dice él mismo, en su defensa, que hasta la fecha lleva quince querellas y que de todas ellas se ha librado. Cierto, pero mientras tanto ha ido rulando y creciendo una bola de nieve que podría estar a punto de estallar. Y es que nunca los problemas judiciales se le habían amontonando tanto al presidente de la Comunidad como ahora. El fiscal del caso Auditorio, José Luis Díaz Manzanera, ha pedido formalmente su imputación. Prescindiendo de la jerga judicial al uso (prevaricación, fraude, falsedad en documento público, malversación de caudales públicos), lo que llama la atención es el «cúmulo de despropósitos» que el fiscal aprecia durante el proceso de adjudicación, construcción y recepción del Teatro-Auditorio de Puerto Lumbreras, cuando Pedro Antonio Sánchez era alcalde de la localidad, así como «las infracciones penales» en las que podría haber incurrido . Además, sobre el jefe del Ejecutivo regional pende otra espada de Damocles. La del juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, que podría solicitar al TSJ o al Tribunal Supremo que se le investigue por el caso Púnica.

En el inframundo de la mitología griega, Sísifo fue castigado por los dioses, obligándolo a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada. El problema es que antes de alcanzar la cima de la colina, la piedra, impulsada por su propio peso, terminaba por rodar hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez. Así se cuenta en la Odisea. Y eso mismo le ocurre a Pedro Antonio Sánchez, el Sísifo murciano. Cuando cree haber alcanzado la cima, superando la empinada cuesta judicial, la piedra vuelve a caer por su propio peso y tiene que volver a empezar.

«Nadie tiene que juzgar antes que la Justicia», clama PAS, al tiempo que pide que se deje trabajar a los tribunales. De acuerdo, nada que objetar. Le asiste aquí toda la razón. Ahora bien, mientras tanto, mientras trabajan los tribunales, suponemos que no pretenderá el jefe del Ejecutivo que esté todo el mundo con la boca callada. Los ciudadanos o los grupos políticos tienen todo el derecho del mundo a opinar sobre la situación procesal del presidente de su Comunidad, por la sencilla razón de que si no lo hicieran o no pudieran hacerlo dejaríamos de estar en el país democrático en que queremos estar.

En cualquier caso, y a esa evidencia también hay que rendirse, el optimismo de Pedro Antonio Sánchez es casi leibniziano. Y por lo tanto, admirable. Se parece mucho al de Cándido, personaje al que aludíamos al principio, para quien «todo sucede para bien en este mundo». Por eso, ahora, mientras sube la piedra le viene un balón de oxígeno. Ciudadanos le apretará pero no lo ahogará. Por lo menos en un primer momento. Esperaría, dice Villegas, a que declarase ante el juez para exigirle la dimisión.

O sea, que a este reloj aún le queda cuerda, aunque desconozcamos si para mucho rato. Eso sí, la piedra seguirá subiendo y cayendo una u otra vez, hasta la caída final. Pero con eso ya cuenta este Sísifo murciano. Al fin y al cabo, en la vida todo tiene su fin.