Era la primera Romería en que me tocaba trabajar. Recuerdo llenarme de orgullo profesional, y subir a la redacción de Mercado y Anunciorama dispuesto a no pensar en que me iba a perder la subida al monte y todo aquel jolgorio de años anteriores. Ya tenía una responsabilidad, y estaba contento. Tocaba cierre, además. En Madrid no era fiesta y aquel día había que cumplir con los envíos. Recuerdo las calles vacías y mirar por la ventana con un café para ver la calma de la ciudad. Imaginaba a mis colegas subiendo al monte, almorzando y riéndose de cualquier cosa€ incluso del pringao del Yayo que estaba currando. Recuerdo que aquel día el trabajo salió redondo. La señal era buena y las páginas llegaban a la primera. Íbamos con adelanto, y tuvimos tiempo para comer en La Caña de España.

Allí estábamos cuando nos dimos cuenta de que el telediario no se movía de Nueva York. Cuando vimos el segundo avión estrellarse contra la torre gemela lo primero fue pensar en una broma. Hablé de Orson Welles y aposté por una promoción de una gran película€ Pero no podía ser. Aquello era real. Fue cuando grabé a fuego aquel instante, casi como un mecanismo natural, sabiendo que años después, muchos años después, podría cerrar los ojos y volver a aquel martes 11 de septiembre de 2001 en La Caña de España. Los camareros se paraban un instante a mirar, pero seguían con su faena. Nos quedamos como medio mundo, pegados a la tele, asombrados, viviendo un momento que no sabíamos de qué era el comienzo. Pero que significaba algo.

Quince años después todo se ve con una perspectiva que no se parece en nada a todo lo que pensábamos aquellos días. El tiempo lo estira todo de una forma cruel, porque parece que el hombre puede superar cualquier cosa, que lo que ocurre, ocurre y luego se deshilacha con el paso de los años, queda en recuerdos y las sensaciones se diluyen porque se van entendiendo€ y olvidando. Llamé a casa y mi padre me habló de Abenladén y Al Qaeda por primera vez. Terminé el trabajo. Aquel día todo fluyó, y pude volver a casa para ver el telediario de la noche.

Cada 11S recuerdo aquellos instantes, como algo vivido como parte de un sentimiento encontrado universal, por cultura, únicamente por cultura, pero que me llevó a reflexionar, como a tantísima gente, y a entender que hay muchas cosas que no se pueden asimilar ni entender en la vida, pero que estamos hechos para seguir, y seguir, y seguir adelante. Estamos hechos para que el tiempo pase por nosotros, más que nosotros por el tiempo. Quince años después del 11S no creo que hayamos entendido qué significó aquello, ni podemos interpretar bien qué se siente cuando pasa algo así. Pero podemos, perfectamente, volver a aquel instante y sentir que somos seres humanos. Vale.