Me encantaría ser un sinvergüenza, un jeta, un caradura. Me encantaría ser de esas personas que no tienen ningún tipo de escrúpulos, que no tienen ningún tipo de ética, ni de moral, ni valores, ni tampoco principios. Me encantaría ser de esos cabronazos que se levantan por la mañana y se miran el ombligo, sin importarles lo que le suceda al resto del mundo. Me gustaría ser de esos tipejos capaces de vender a su propia madre para aparecer en un programa de bocachanclas rodeado de falso glamour y estúpida intelectualidad. Me encantaría ser un sinvergüenza, predicar una cosa y hacer la contraria „legislar una cosa y hacer la contraria„ y aparecer en una de esas listas tan de moda, como la lista Falciani, rodeado de cientos de miles de ´presuntos´ defraudadores y evasores fiscales. Me encantaría que todo me la sudara: el cine, el fútbol y el honor „sobre todo el honor„, y aparecer en alguna lista, como los papeles de panamá, rodeado de cientos de ´presuntos´ delincuentes, evasores, defraudadores y caraduras, a los que les importa un pimiento la patria, la sociedad y las personas. Me encantaría ser un jeta, un sinvergüenza, un caradura, un bocachanclas€, pero un caradura español.

Porque en el resto de Europa y en la mayoría de los países civilizados aún queda un mínimo de dignidad, y cuando uno es descubierto y queda con el culo al aire, por lo menos tiene la decencia de irse. De dimitir. Pero en España no. En España, si nos descubren robando, podemos no dimitir. Podemos seguir quedándonos en el mismo puesto sin que nada suceda. Y sin pedir perdón. Seas político, juez, futbolista, cineasta o familia de la familia de la familia real. Es más, en España aún podemos ponernos chulos y decir que todo es mentira, que todo es una persecución política o una persecución judicial, mientras seguimos robando y robando. Porque en España, uno puede aparcar en una zona reservada para minusválidos y partirle la cara a quien se atreva a llamarle la atención. Así somos. Y eso me encanta.

En Europa aún queda un mínimo de dignidad, pero para nuestra fortuna, en España la hemos perdido definitivamente; ya no existe ni honor, ni honestidad, ni dignidad. Por eso, aunque yo ya soy un poco viejo para cambiar, si tuviera un hijo lo educaría en la irresponsabilidad, en la vagancia, en la chulería, en la sinvergonzonería, en la desfachatez, en la inmoralidad. Le animaría a que se copiase en todos los exámenes, a que se le pusiese chulo al maestro, y luego, a que dejase los estudios para dedicarse a poner ladrillos cuando esto del boom inmobiliario vuelva a resurgir y sea el gran motor de nuestra magnífica economía. Le animaría a que diese un pelotazo. A que se casase con un torero. O con un toro, me da lo mismo. A que se metiese en un reality y luego le hiciese la pelota al presentador de turno para aparecer como colaborador en un programa miserable rodeado de glamour. Y yo le aplaudiría desde el sofá de mi casa, orgulloso, con una lágrima en los ojos de pura alegría. Porque esto es España, coño, y aquí el que roba, defrauda, evade, da un pelotazo, acosa, vaguea, lame culos y es un jeta, es el puto amo.