Hay quienes son, y más ahora en tiempo ocupado por la elecciones, no más que el ruido que hace el címbalo que retiñe, y tal sonido apenas rebasa la audición de quien solo quiere aceptar lo que se intenta anunciar. Pero esto no vale nada. Frente a la rutina solo caben dos posturas, aceptarla como solución menos mala o cambiarla por otra que, de existir, fuera mejor. Hoy, en España, la rutina que se impone es la que haga posible seguir saliendo de la miseria pasada. Otras alternativas, basadas en lo penoso del proceso no resuelven el problema, la cuestión, que no es otra cosa que el advenimiento de nuevas riquezas. Riquezas para todos. En fin, que ni címbalo insistente ni siquiera escrupulillo de cascabel.