El Tribunal Supremo, con todas las de la ley, ha dictado una sentencia que presenta una terrible injusticia como algo que no se tiene que penalizar. A veces pasan estas cosas. Y la injusticia cometida hace años por la empresa farmacéutica alemana sigue ahí, sin prescribir por muchos años que pasen, sin ofrecer una mínima compensación que pueda paliar, sólo en una pequeñísima parte, el sufrimiento ocasionado a las personas afectadas y a las familias que les dieron la vida, que seguro que han vivido y viven con un sentimiento doloroso de culpa por haber traído al mundo niños y niñas con deformidades.