Nuestro artículo pasado pareció premonitorio. La respuesta al ´paga a tu gente´ la dio el mismo Tsipras: «Espera, que les pregunto». Y ahí está, convocado un referéndum. ¿Hay quien dé más? Pero en estos días, toda la Europa que se dice demócrata pone el grito en el cielo. También los mass media, al menos los más significados. Me pregunto, como Descartes, si algún genio maligno estará engañando mi percepción de la realidad. Es una cuestión que ya se venían planteando los griegos cuando inventaron la filosofía, que algo de culpa tiene en el descubrimiento del método científico. Y Descartes llegó a su conclusión axiomática: pienso, luego existo. A partir de ahí, pudo construir su teoría cognoscitiva.

La duda cartesiana nos asalta con alguna frecuencia. Y la presente situación griega no es ajena. Uno piensa si será cierto lo que no se para de oír, no ya en boca de los políticos que hacen una vez más ejercicio de cinismo: «Nosotros estamos blindados, España no ha sido rescatada, estamos en fase de recuperación económica, hemos ganado las elecciones...». Lo repiten tantas veces que esperan que nos lo aprendamos, como hace no muchos años uno se sabía la letanía del rosario o la lista de los reyes godos. Pero cuando lo encuentras repetido en medios que se dicen serios, la duda te asalta como el bandolero Pasos Largos en Sierra Morena.

Por eso es bueno que Paul Krugman o Joseph Stiglitz salgan a la palestra para decir lo que no debemos olvidar: que el rescate no ha ido a parar a Grecia, sino a la banca alemana y francesa, que es más fácil recuperar a un país si se tiene la soberanía monetaria, que el euro se ha construido sobre unas bases de barro, sin una política fiscal armonizada y con un BCE que no es la Reserva Federal de EE UU, que las políticas de austeridad no ayudan a la recuperación...

Habrá quien discuta algunos postulados, claro, porque si alguien padece catalepsia, realmente no está muerto y cualquier movimiento puede ser recibido como una resurrección. También habrá quien diga que ese dinero llegó a Grecia antes y fue invertido en el boom inmobiliario. Cierto, como en España, cuando la banca de aquí no tenía prácticamente liquidez, porque concedía préstamos ad libitum, pidió prestado a la banca centroeuropea, que tampoco lo dudó un segundo, atraídos por la ganancia fácil.

La segunda parte no sé si la conocen también: cuando estalló la burbuja, todo se vino abajo, incluidas las empresas de construcción, algunas cajas de ahorros, las Administraciones locales y autonómicas; el efecto dominó se llevó a casi todo el tejido industrial y de servicios del país.

Pero como todo, tocó suelo. Hay un mínimo que no puede destruirse, porque también en economía hay un mínimo vital. Mucho dinero público empleado, incluido un rescate europeo que nuestro presidente se empeña en negar en todas partes menos en Europa. Ese dinero se ha empleado no en salvar a las pymes, miles de ellas acabaron en concurso de acreedores, muchos provocados por las Administraciones morosas. Se emplearon cantidades ingentes, decenas y decenas de miles de millones de euros, en rescatar la banca. El Fondo de Garantía de Depósitos, el que debiera estar reservado para los pequeños y medianos impositores en caso de quiebra de un banco, el FROB, el rescate de la Troika, todo, en salvar unas cuantas entidades financieras. Algunas de ellas privatizadas por un precio tan ridículo que supone una excepción en la teoría general de obligaciones y contratos sobre la simulación y la falta de causa; ahora la compraventa con precio irrisorio ya no es una donación encubierta, no es un negocio simulado.

¿Cuánto de todo ese dinero ha sido devuelto? ¿Por qué al gobierno de Syriza se le imponen condiciones imposibles sin esperar a la recuperación pero la banca no lo devuelve a pesar de estar ya en beneficios? Pero, ¡oh, dioses del Olimpo!, nos sorprende que un país convoque un referéndum para ver si aceptan unas condiciones leoninas, las que nadie puso a todos los mentirosos Gobiernos griegos que hundieron antes al país. Tal vez por eso los suecos, llamados igualmente a consultas para su entrada en el euro dijeron mayoritariamente que no.

Así, en una nueva guerra del Peloponeso, nos dividimos entre Atenas y Esparta. A resultas de lo que relata Tucídides, la democracia ateniense se vio sometida a la tiranía e inició su declive. Pero también la hegemonía espartana tuvo su trágico fin en la batalla de Leuctra y hoy día apenas se la recuerda salvo por la más antigua y mitificada gesta de Leónidas y sus 300. No obstante, lo que quiero traer a colación no es la estrategia de Epaminondas, que Tsipras diera un dracma por igualarla, sino la participación en el debate de los dos premios Nobel de Economía.

Aprendí de Álvaro d'Ors, ilustre catedrático de Romano, la diferencia entre autoridad y potestad. Mientras la primera se gana con el saber, la segunda se respalda en la fuerza. Generalmente no se dan unidas.