De las declaraciones de los líderes del PP al respecto, sobre todo de Mariano Rajoy, se desprende una realidad palmaria: los pactos postelectorales de la izquierda para desalojar de las instituciones a la derecha, léase PP, han supuesto un verdadero drama para el partido, hasta ahora, casi hegemónico en el poder local, regional y nacional de España.

Las violentas acusaciones de Rajoy y de su corte de tiralevitas contra los pactos del PSOE con otras fuerzas de izquierdas han calado en el electorado conservador (un 82% del electorado del PP está disconformes con la elección de los alcaldes). Mariano Rajoy exige ahora que se deje gobernar a la lista más votada, aún sin mayoría absoluta, lo que provocaría inestabilidad permanente en la gobernabilidad. Además, critica que se conformen mayorías absolutas a través de pactos para dar estabilidad a los gobiernos, algo escrupulosamente legal, aunque él en sus ´calentones´, de forma torticera e irresponsable, trate de situarlos al borde de la ilegalidad.

La respuesta del presidente del Gobierno ante el resultado electoral del 24M fue una declaración de soberbia y de mediocridad de un político acobardado que sabe que está en los estertores de su mandato: «El PP ha ganado las elecciones municipales». En el PP ni aceptan ni reconocen que la misma estrategia y la misma frase, pronunciada después de sus desastrosos resultados en las elecciones europeas de mayo de 2014, fueron el prolegómeno de su cataclismo en las municipales de mayo de 2015.

Si Rajoy hubiera afrontado la realidad de los resultados en las elecciones europeas, municipales y autonómicas habría tenido que asumir la responsabilidad por el siniestro electoral del PP. Culpando al PSOE del estrago, que sólo él y sus políticas han provocado, trata de descargar su responsabilidad en quienes sí han sido capaces de articular mayorías absolutas para desplazar de los Gobiernos de las instituciones públicas a quienes los ciudadanos les han retirado de forma espectacular su confianza: once puntos y casi 2.500.000 votos perdidos con respecto a las elecciones municipales de 2011.

Por otra parte, la prepotencia y la torpeza del PP le impiden reconocer que en la respuesta a la siguiente pregunta está una de las claves que han favorecido los pactos: ¿qué clima político hemos creado como para que, más allá de algunas coincidencias ideológicas, partidos con grandes diferencias entre ellos, se hayan puesto de acuerdo para sacarnos de los Gobiernos de las instituciones? Evidentemente, aceptar la verdadera respuesta pondría al pie de los caballos a varios presidentes autonómicos, a muchos alcaldes del PP, pero sobre todos al presidente Rajoy.

En mi opinión, en la conformación de acuerdos y gobiernos de izquierdas, más que las coincidencias ideológicas ha primado la responsabilidad para terminar con una forma de gobernar basada en la insensibilidad social, la prepotencia, el oscurantismo en la gestión, el inexplicable desmantelamiento del Estado del bienestar, el recorte de derechos civiles y, por supuesto, la corrupción masiva a todos los niveles.

Los acuerdos de investidura, y/o los pactos de gobierno, en Europa son valorados de forma positiva; son muestras de madurez democrática que los ciudadanos aprecian y agradecen. Sin embargo, para Mariano Rajoy o para Esperanza Aguirre, son la antesala del Armagedón que terminará con las esencias democráticas del país y hasta con la civilización occidental. Sin duda alguna sólo son exageraciones que tratan de enmascarar un estrepitoso fracaso electoral.

La amenaza o el chiste de Rajoy para poner a su partido a salvaguarda de futuros pactos que terminen por sacarlo a él de La Moncloa, es la de modificar la actual ley electoral a fin de que gobierne la lista más votada, aunque no tenga mayoría absoluta. Digo chiste, porque solo merece ese calificativo el hecho de plantear que gobierne como mayoría absoluta quien solo cuenta con el apoyo de la mayoría simple. Sería profundamente antidemocrático y tampoco evitaría los pactos que entonces serían preelectorales. Si realmente queremos que el que gobierne siempre sea elegido por mayoría absoluta, algo con lo que estoy de acuerdo, vayamos a un sistema de elecciones a doble vuelta, similar al francés, y a la elección directa de los alcaldes por los ciudadanos.

Mientras a los alcaldes los elijan los concejales, como dice la ley, y a los presidentes de Comunidades Autónomas y presidente del Gobierno de la nación, los diputados, como dice la ley, cualquier embestida como la del PP contra los pactos esconde, además de lo dicho anteriormente, una profundo déficit democrático, que en boca de un presidente del Gobierno es muy preocupante.

En cualquier caso, la actual situación, entre otros aspectos positivos, tiene el de servir para callar la boca a los bobos que hasta hace bien poco repetían, de forma tan absurda como ridícula, que votar PSOE era igual que votar PP. Ha quedado demostrado que ambos partidos son radicalmente diferentes y que tienen formas y objetivos de gobierno totalmente diferentes.

Casi en la misma medida que el PSOE se diferencia del PP, se diferencia también de Podemos, por mucho que Pablo Iglesias se empecine de forma obsesiva, un día sí y al otro también, en seguir la estela socialdemócrata y programática del PSOE.