Define la Real Academia de la Lengua Española el sustantivo monedero como «bolsa, saquillo u objeto pequeño de otra forma, en cuyo interior se lleva dinero en metálico». Tal vocablo acompaña a su nombre a personajes los cuales, este último, incluso comparten con el rey, dedicados a pregonar un populismo barato y hacer honor y materializar en sí tal sustantivo como interior obligación a ejercer. Pretendido espejo de foráneos y orgullo de un sin sentido, gozan tales personajes incluso del atrevimiento de presentarse a sí mismos sobre un fondo morado y círculo mal dibujado, presente al que ´podemos´ y futuro al que pretenden hacernos llegar, basado en ansia y necesidad de dar a conocer el significado de verbo conjugado en tiempo presente (podemos), según la Real Academia: tener expedita la facultad o potencia de hacer algo, claro es, libre de todo estorbo, no siempre correspondiendo al significado de la palabra la realidad con la que se pretende relacionar. No obstante, si se trata de mostrar tener expeditas tan diversas facultades o pretender que todo español alcance tal potencia de necedad intelectual en pro de un indeterminado hacer, que los clementes dioses se apiaden de los destinatarios de quienes ostentan tal cualidad, pues ´obras son amores y no buenas razones´.

Reservas de tal estirpe no se encuentran precisamente en peligro de extinción, pues podemos percibir la contemporaneidad de tales personajes perceptores por adelantado de su ansiada y necesitada victoria electoral, únicamente por interés personal de los mismos, en intento de llevarnos a los paraísos, ellos bien lo saben, en los que son encarcelados, no por causa de siniestro, no quienes en su interior llevan dinero en metálico (como se define un ´monedero´), o a tal son asimilados por riquezas ocultar, sino a quienes tan solo manifiestan un modo diferente de pensar.

A tal respecto sucesos recientes pudieran hacer nacer frases quizá aun no nacidas, pero no se trata siempre de traducir a bolívares o euros un actuar; consiste en ofrecer, aplicable a todos los ámbitos de la vida, un buen actuar el cual permita a tal honrado doncel justificar lo que llena el saquillo que, aunque indubitada ciencia sea capaz de aportar, no le excusa su obligación declarar.

Como poder, muchas cosas podemos hacer por un mañana mejor. Podrían los poderes públicos editar tarjetas postales, incluso del Partenon, posando en las mismas con histórico fondo quienes pretenden formar parte de lo que ellos denominan ´casta´; legítima aspiración de muchos en alcanzar la irracionalidad; no lo comparto, pero sí lo respeto, para gustos los colores.

Muchas cosas podríamos hacer igualmente por un mañana mejor. Por ejemplo, fabricar en empresa pública coletillas o monederillos de solapa y así venderlos a turistas como muestra de orgullo y origen de nuestra nueva patria. Podríamos así quizá financiar gran parte de los capítulos que conforman los presupuestos generales del Estado y colaborar con tales gastos obligando impartir en los cursos de verano de las Universidades públicas clases de ciencia politóloga, hasta ahora desconocida pero, por emergentes politólogos descubierta y quizá obligada para adoctrinar incluso más allá de nuestras fronteras, impartida por profesorado generosamente pagado tal y como ya gozan de tamaña experiencia repúblicas bolivarianas; apuesta de futuro y progreso que la humanidad jamás podrá agradecer.

José Antonio Labordeta pretendía llevar el país en la mochila; angelito, cuánta generosidad cuando para ello sobra un monedero. Qué razón tenía Unamuno: «Qué país, qué paisaje, qué paisanaje».