Se acaba de presentar un disco, un CD, con recopilaciones populares de nuestro folklore y tradición con el hermoso título de Mujeres con raíz. No es banal que la palabra que retuerce la esencia de nosotros mismos, vegetales vivos, humanos de carne inevitable, sea femenina. Lo debemos todo a ellas, que son la causa de nuestra existencia.

Lleva razón de razones el poeta „Rilke sin ir más lejos que a la hondura de la palabra„ cuando dice que crecemos hacia el interior de la tierra que nos soporta. Y ahí bajo nuestros pies se hunde la potencia de lo que somos y hemos sido, de lo que estamos dispuestos a ser en la alegría del futuro optimista.

Lo he dicho alguna vez, no hay nada como una música, un olor, un sabor para despertar a todos los puntos cardinales de los sentidos; para traernos al presente las emociones viejas o añejas, mejor, cuya solera nos aroma el alma. El recuerdo juega con la ambición de oler u oír para volver sobre la palabra y la armonía. Se me duerme la vida soñando, oyendo una nana huertana, de esas que, de naranjo a limonero, como en los versos de Julián Andugar, aquella luz de Santomera, se pronunciaba como la dignidad de la patria pequeña y tan nuestra. Y que viajaba de rama en rama, buscando, como una cuna, los latidos de la sombra y la luz.

Canta la voz de la mujer la ópera popular de la tradición y su noble recopilación guardada en arca, de madera de morera. Conozco a Tomás García, a la gente que canta en el disco con nombre de sabia dulzura. Conozco los nombres, María Dolores, Alicia, Pilar, Guadalupe, Lola, Nerea, Mari Cruz y otros más y€ Anabel, aquella nieta de aquel abuelo que conocí, cuadrillero y guión en la tierra de mis mayores: Emilio Torrente, un monumento humano. Sabe a limpio el disco, suena a verdolaga y jilguero; colorín en nuestros campos; a gafarrilla en la huerta, a mirlo ciego, que es el que mejor entona. A pliego y romero, a mejorana para las abejas. No hay zumbido, hay rumor de copla, de aire dulce que viaja de copa en copa, de hoja en hoja, de piedra en piedra, por los secanos y los huertos nuestros de las pláticas esenciales del hombre y la mujer, de donde nacen, después, los arrullos incontenidos del amor humano.

Es tradición oral este trabajo de recopilación de la madera „también femenina„ que hundimos en el barro nuestro, aquel que cantaba Miguel Hernández para explicarnos el origen de la nobleza. Estas gentes que laboran en estos menesteres de nuestra cultura son gentes maravillosas, sencillas, estudiosas, amantes de la vida y de tierra. Y ellas lo han cantado y es una gloria „también femenina„ prestarles el oído con atención. Y no es baladí las veces que repetí la palabra tierra, ella es la femineidad primigenia de todas las cosas.

No se olviden: Mujeres con raíz, patrimonio sonoro murciano.