En cristiano, remembranzas. Por mi Autoretazos de semanas atrás recibí felicitaciones y parabienes a tutiplén, válgame el palabro. Todos a favor y ninguno en contra€ ¡guay! Bueno, esto tiene su lado tramposo, y es que solo opinan los que les ha gustado, y los que no, al ser un tema neutro y no pisar callos, pues, simplemente, eso mismo, se callan€ ¿para qué se van a molestar?

Pero, miren, eso sí, entre los que me han ´mensajeado´ tan amablemente, y aprovecho este mismo medio para agradecerlo, algunos han puesto el acento en un par de temas interesantes, que estimo merecen un relativo análisis y un cierto desarrollo de los mismos. Unos me plantean que cómo es posible que un niño pueda describir esa vivencia tal y como yo la transcribo en mi artículo. Que un crío no puede tener la capacidad intelectual de un adulto formado para escenificarlo así. Y otros que alegan que cómo puedo transmitir con una mínima fidelidad emociones de las que ha transcurrido más de medio siglo.

En realidad, como ven, es un solo y único tema, si bien que contemplado desde los dos extremos del mismo. Y en ambos casos llevan razón: no se puede. Como decía Belmonte, «no ze pué, y ademá e impozible». Hay que ser sincero con estas cosas. Mi hermano siempre me dice que cuando no recuerdo algo, me lo invento€ que a lo mejor por eso me da por escribir. Y es posible€ no, es seguro, que también lleve razón.

Pero ¿acaso eso mismo no lo hacemos todos? ¿incluso inconscientemente? Sí, así es. Cuanto más tiempo ha pasado de algo, todos, todos, tendemos a ´reconstruirlo´ en menor o mayor medida. Siempre. Nuestros recuerdos son obras del pasado levantadas con materiales del presente. No se puede ser más fiel de lo que se es. Y nunca, nunca, podrá existir una verdad mayor que otra puesto que todas, absolutamente todas, están matizadas por el colador personal de cada uno. Aquí, objetividad y subjetividad se mezclan en un mismo valor. Luego, podrá venir la batalla dialéctica de que si tus recuerdos son de más baja calidad que los míos, o que mis recuerdos son más recuerdos que los tuyos, pero cuando se trata de antiguos recuerdos, recuerdos añejos, remembranzas en castellano viejo, ninguno es más fiel que el otro por mucho énfasis que pongamos en ello. Tan solo es cuestión de matices.

Hagamos una prueba: Enfrentemos a dos personas que guarden un mismo recuerdo de un mismo hecho. Jamás lo recordarán igual. En mayor o menor grado siempre diferirán en algo. Ninguno miente, ninguno falsea ni inventa nada, tan solo que rellenan sus huecos de la memoria con los escombros del pasado más a mano de cada cual. Nada más que eso.

Cuando alguien vive algo, y se acumulan lustros y décadas de circunstancias y vivencias, sobre ese cristal primigenio se van posando capas y capas de memorias translúcidas que van deformando la visión original de aquel algo que aquel alguien vivió. Y el algo deja de ser ese algo para convertirse en aquel recuerdo. Y como cada alguien tiene sus propias lentes, y ninguna es igual a otra, como tampoco los sedimentos ni los sentimientos, pues se desarrollan diferentes miradas, distintas visiones, de ese mismo algo.

Pero le voy a decir una cosa a esos mis considerados lectores: Por muy magistralmente que nadie intente describir un hecho como mi Autoretazo, nunca, jamás, podrá acercar, ni siquiera pálidamente, la experiencia vivida a la transmitida€ Tan solo imagínenselo.