Fielato y matute, en los viejos tiempos. Lo peor de esta corrupción diaria de mangoneo en cualquier arca pública, es que no tiene ninguna gracia. No habrá literatura costumbrista en el futuro sobre esta chorizada continuada de políticos y administradores de lo ajeno, repeinados desaprensivos, gente de mal, sin escrúpulos, vergüenza ni dignidad. Porque no es que no hayan pagado los impuestos, que es el pecado de toda la vida, es que se han llevado los metales que eran patrimonio general de todos nosotros; inventando para ello nuevos y alucinantes procedimientos. Antiguamente se trajinaba en el fielato, que era la oficina donde se pagaban los derechos de consumos a la entrada de las poblaciones. Perico Flores, en sus Costumbres murcianas de principio de siglo, pinta Los consumos del Rollo. Todos los impuestos „como su nombre bien indica„ han tenido siempre la inquina del contribuyente, pero tal vez el más odiado de todos haya sido el de consumos, que costó años y años, ríos y ríos de palabras y de sangre el conseguir su abolición. Para el periodismo fácil, para el fácil costumbrismo, la desaparición de los consumos fue una desgracia. Se extinguió una profesión: la de matutero, matutero, el que pasaba el matute. Matute, la acción de eludir el impuesto de consumos. Creo que los nuevos matuteros son los depositarios de cuentas en Suiza; en tiempos del Matute no se sabía nada de aquel país de vacas y de leche.

A mí me hubiera gustado conocer a un matutero insigne, Pepe El Guevero, un maestro en su oficio, de gran estilo (estos ladrones de hoy no tienen ni estilo), con complicaciones en las alturas municipales. Pepe el Huevero llegó a ser una potencia en Madrid. De matutero saltó a muñidor electoral. Era, decían, un tío que se sacaba de la manga un concejal, un alcalde o un diputado como quien lava. ¿Les suena esta peripecia política? Matuteros y matuteras hay que vemos a diario pedir perdón. Pepe el Huevero era más digno que todo eso.

Tanto el matutero como el muñidor electoral tenían que ser unos verdaderos artistas€ circenses, una especie de magos, de prestidigitadores.

Sacarse de la manga una paloma o un ramo de flores tiene su intríngulis; pero sacarse un concejal o un alcalde tiene más pelendengues. Aclaro que los antiguos consumos dependían del Ayuntamiento, aunque éste los arrendaba. Los concejales, también corruptos, amparaban el matute en gran escala y Pepe el Huevero lo vio claro: «A mí lo que me hacen falta son concejales a los que pueda manejar».Y lo consiguió y pasó a la pequeña historia del mangoneo. Pero lo de Pepe el Huevero es una menudencia histórica comparada con estos héroes del matute actuales, estos caraduras de amplio espectro.