Qué sensación tan agradable ir por la ciudad, con más o menos prisas, con más o menos introspección, y topar con uno de los miles y miles de carteles de tema montañero con que una conocida eléctrica ha decidido empapelar las calles de nuestro bonito país.

Es bonito, nuestro país. Y precisamente una de las partes más bonitas debe de ser la cordillera de la imagen: esa sobriedad, ese aire puro que dos esforzados alpinistas atraviesan con decisión y patriotismo. Creemos en la energía de este país, dice la compañía. Esto solo lo arreglamos entre todos, podríamos leer entre líneas, si quisiéramos seguir visitando cumbres de hipocresía y manipulación.

La empresa que dice eso cree, obviamente, en la energía de este país. No en vano lleva años haciendo desfilar por su consejo de administración a políticos de la casta de José María Aznar (que fue quien la privatizó en 1996), Elena Salgado, Pedro Solbes o Miquel Roca. No en vano viene beneficiándose de una subida del 63% del precio por kilovatio en los últimos cinco años (el tercero más caro de la UE). No en vano acaba de repartir 14.606 millones de euros en dividendos a sus accionistas, en su mayoría (92%) la italiana ENEL No en vano ha tenido que endeudarse por 6.500 millones con un banco holandés para ello. Nada es en vano a la hora de meter la cuchara en este pobre, pero bonito, e indefenso, plato.

Es bonito, nuestro país. Pero qué bonito sería sin tanto patriota y sin tanto chorizo. Detrás de sus banderas están nuestras carteras. A eso se refieren con eso de energía.