Empieza a desaparecer de la ´actualidad informativa´ (sea eso lo que sea) la historia de ese chavalín con nombre de príncipe austrohúngaro de la FAES: el pequeño Francisco Nicolás y su álbum de fotos. Nos queda sin saber si le aplicarán la ley de menores, la de adultos o la de esa gente de la que tanto ha aprendido: Blesa o Rato o Trillo o Miguel Ángel Cámara, entre otros cientos de ejemplos populares. También empieza a olvidarse que, como reacción al asunto ése de las tarjetas black, el partido del Gobierno ha decidido: a/ seguir contando con Rodrigo Rato como militante y b/ bloquear la apertura de una investigación oficial. Hace unos años, el proceso judicial contra el PP por financiación ilegal (no la de ahora, la Gürtel, sino la otra, la Naseiro) destapó una grabación, que luego no fue admitida por el juez, en la que un conocido alto cargo de este partido reconocía haber entrado en política para forrarse. Y, en efecto, la gente entra en un partido político exclusivamente por uno de estos dos motivos: a/ para forrarse o b/ para transformar la realidad según unos principios. Lo deseable es que las organizaciones opten por la b/, pero estos días hemos sabido lo de Cámara y Samper y lo de Rato con el banco Lazard. Y tenemos dudas.

No deberíamos. Es sabido que el PP es un partido de férreos principios marxistas. En concreto, los de Groucho Marx: «Éstos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros». Así podemos sustituir el Agua para todos por el Aeropuertos sin aviones para todos, el Soterramiento sí por el Soterramiento no, la ley del aborto franquista por la zapaterista y la lucha por la financiación autonómica por un libro blanco de ésos que se parecen a los que te pasan en las comuniones, para escribir la primera gilipollez que se te ocurra. Lo importante, que es proteger a los que han entrado en el partido para forrarse, se está cumpliendo según lo previsto: la defensa de Rato la va a pagar la propia Bankia, y el poder judicial ha suspendido ´al azar´ el caso Umbra durante tres meses. ¿Y vuestros principios? Ay, yo qué sé. Espérate, que llamo a Nicolasín.