Los mayores del lugar recordarán cómo en sus años mozos triunfaban dos expresiones ponderativas en grado mayúsculo para ensalzar una situación, persona, animal o cosa. Me da vergüenza recordarlas hoy, pues yo también las usé con largueza, Dios me haya perdonado. Eran el falso francés «demasié» y la españolización del inglés «too much», que sonaba «tumach». Contábamos que aquella fiesta había sido «demasié», que los mejillones al vapor estaban «demasié», que nos habíamos reído «demasié». Por si fuera poco desatino, añadíamos a veces el castizo «p´al» sumado al anglo «body», y solíamos rematar la frase con el horrendo y cañí «macho», de manera que la victoria de nuestro equipo de fútbol, el misterioso vecino de abajo, el perro que corría despendolado o la película en que parece que se veía entre brumas y veladuras una teta femenina eran «demasié p´al body, macho».

El «tumach» equivalía al «demasié», se usaban uno u otro indistintamente; pero cuando la cosa era extraordinaria se sumaban: «La manifestación de ayer fue demasié tumach». Naturalmente, se añadían los antedichos complementos si se trataba del no va más, con lo cual decíamos cosas tan espeluznantes como «me he corrido una juerga demasié tumach p´al body, macho». (Vuelvo a apelar a la infinita misericordia divina).

Pues bien, más tarde nos hicimos notarios, torneros fresadores, políticos o camareros y olvidamos tamañas afrentas a la lengua. Mas nunca duerme el diablo y hoy leo, veo, escucho y oigo por todas partes los adjetivos encarecedores correspondientes: «brutal» y «bestial».

Comprando cola de merluza en la pescadería y guardando cola en el cine; en una conferencia sesuda y comprando sesos en la casquería: todo es brutal y bestial. Tanto es así que la RAE se ha dado prisa loca, esta vez, para acoger al primero de dichos términos en el seno de su Diccionario con la acepción «muy grande», y no solamente como «propio de los animales por su violencia o irracionalidad». «Bestial» ya se consignaba como «de grandeza desmesurada, extraordinario». De modo que la Academia bendice locuciones del tipo «La pintura de Velázquez es brutal» o «Tengo una novia bestial». A mí, me dañan el oído, qué le voy a hacer. ¿Se imaginan que la RAE se hubiera mostrado tan presta otrora sancionando como correctas «demasié», «tumach» y «p´al body»? Pues hoy tendríamos a nuestros picos de oro diciendo «Su política de recortes, señor ministro, es demasié tumach p´al body». Además, ¿no induce la Academia a confusión? Si digo que Rajoy es «brutal y bestial», ¿me detendrán por insultar al jefe del Gobierno o me felicitarán con honores desde el PP por considerar a su jefe «muy grande» y «extraordinario»? Arduo tema.

¿Está bien usado «arduo tema»? Pues no. «Arduo asunto» y vamos que chutamos (vamos «feliz como una perdiz», que se dice ahora).

«Tema» es «proposición o texto que se toma por asunto o materia de un discurso» y también «este mismo asunto o materia», dice la RAE.

Nada más. Sin embargo, y a pesar de las advertencias del maestro Lázaro Carreter (signo de indigencia mental consideraba el absurdo abuso de «tema», tanto que le hacía exclamar ante quienes no lo apartaban de su boca: «¡Analfabetos, fuera!»), leo, veo, escucho y oigo por todas partes que «el tema del alcantarillado es desastroso», que «el tema de la autopista del mar está en estudio», que «el tema de los fichajes aún no está cerrado», que «el tema de mis suegros está sin solucionar». ¡Ah, extrema vagancia, desprecio a la comunicación efectiva! La calidad del alcantarillado es desastrosa; se estudia la viabilidad de la autopista marítima; aún puede haber más fichajes; la situación de mis suegros está en el aire. No es tan complicado salirse del «tema», ni más culto meter el «tema» cada dos por tres. ¿Qué harían ustedes si oyen por ahí que «el tema de Cataluña es demasié p´al body, tumach, brutal, bestial»? Yo, desde luego, marcharme al exilio, a donde llamen a las cosas en modo y forma.