Queda poco para el divertido espectáculo. Este octubre, en Murcia ciudad, el evento Codex Bellis traerá multitudes disfrazadas de soldados que recrearán batallitas de todos los tiempos, habrá espectáculos de guerras, desfiles y exhibiciones militares.

No recuerdo cuándo, pero en la anterior edición de este evento presencié la recreación de una batalla. Me sorprendió que tras el alarde, al pasar por detrás de alguno de los actores que había participado, resulta, oh sorpresa, que olía bien. ¿Es ese el olor de la guerra? pensé. ¿Huele una batalla a desodorante y maquillaje? Estúpido de mí que hasta entonces había creído que estas cosas emanaban más bien un tufillo persistente como de sangre, pólvora y muñones.

Vi también como al final de la batalla los muertos se levantaban y corrían sonrientes a saludar a la familia que esperaba en la acera. Observé cómo los que hacían de heridos se quitaban las vendas y de su extremidad no colgaban pingajos de carne ni heridas supurantes con gusanos. Los muertos y heridos se abalanzaron después sobre la cerveza y los refrescos de cola, en vez de sobre las mortajas y las inyecciones de penicilina. Siguió la fiesta y cada cual regresó a su casa, que no eran cuatro paredes ruinosas infectadas de ratas.

Ya digo que no recuerdo cuándo vi aquel espectáculo de calle, pero sí recuerdo que escenificaba la Batalla de Arnhem, durante la Segunda Guerra Mundial. También recuerdo que ni un solo cartel o un solo folleto informaba que aquella fue una idiota matanza en la que únicamente en el bando aliado hubo más de 10.000 víctimas entre muertos y heridos graves. Qué bonita celebración de lo mejor del ser humano, qué preciosa enseñanza para las generaciones venideras.

El Codex Bellis de este año trae un lema muy bien construido: «Un recorrido cultural [ya les vale] y educativo [sin comentarios] por 2.500 años de historia militar». Los corchetes, creo que no merece la pena decirlo, son míos.

En esta edición se recrearán, entre otras cosas, batallas de la Primera Guerra Mundial. Seguramente también este año los actores olerán bien, pero como quiera que acabo de terminar un libro de Juan Eslava sobre ese conflicto me limitaré a extraer de allí un breve párrafo: «Fracasado el ataque, se evalúan los daños: 19.240 muertos, 35.493 heridos, 2.152 desaparecidos. Entre las dos trincheras casi no queda espacio para tanto cadáver, para tanto mutilado que se desangra en silencio, para tanto herido que aúlla de dolor, abandonado y desatendido, en tierra de nadie».

Y a todo esto me da por recordar un trozo de un estremecedor poema que conozco desde adolescente y que dice: «Al final de la batalla, y muerto el combatiente, se le acercó un hombre y le dijo: ´Por favor, no mueras, te amo tanto»? Pero el cadáver, ay, siguió muriendo».