Por vez primera en veinte años se vislumba la posibilidad de un cambio político en la Región de Murcia en las elecciones del próximo mayo. Este cambio, inimaginable antes del terremoto que supusieron las últimas elecciones europeas y los corrimientos de tierras políticos que no han dejado de sucederse desde entonces, puede afectar tanto al Gobierno de la región como al de todos sus municipios.

El desgaste acelerado del régimen bipartidista y de su versión regional murciana de monopartidismo absoluto prolongado, y la emergencia de nuevos actores políticos con creciente respaldo ciudadano en un contexto de profunda crisis del régimen de 1978 permiten razonablemente creer que ahora se ha abierto una ventana de oportunidad para intentar poner fin al ciclo político de las mayorías absolutas del PP en las instituciones de la región.

Este partido ha funcionado durante mucho tiempo como una máquina perfectamente engrasada de atracción de votos a través de una síntesis triunfadora en la que se articulaba un discurso identitario de populismo victimista que convirtió en hegemónico, una estructura político-institucional fuertemente clientelar, un obsesivo control de la opinión pública, y un proyecto económico especulativo que permitió el despliegue de un engañoso 'efecto riqueza'. Una sociedad tradicionalmente poco artículada y dinámica, dócilmente subordinada a las élites de poder y con muy deficientes estándares democráticos hizo el resto.

Pero el largo periodo en que este partido obtuvo en la región unos espectaculares éxitos electorales ha terminado. Las elecciones europeas de este año han supuesto una quiebra histórica de 24 puntos porcentuales de voto para el PP en Murcia y no le garantiza ya automáticamente a pesar de la muy injusta ley electoral regional el mantenimiento de la mayoría absoluta en la región ni tampoco en la mayor parte de los municipios.

Ahora la síntesis es otra, la que conforman la aguda crisis social que supone la brutal desprotección y desposesión material a la que se ve sometida la mayoría de la sociedad por los intensos recortes derivados de la imposición de objetivos irracionales de lucha contra el déficit presupuestario, la emergencia judicial y una percepción social muy crítica de la corrupción política que ha asolado el aparato político-institucional estos años, el fuerte endeudamiento y la quiebra económica de la Administración autonómica, sostenida ahora con los préstamos del Gobierno de España, con su correlato de pérdida de autonomía política, y la visualización e instalación en el imaginario social de las mentiras y los incumplimientos de sus principales promesas electorales.

El resultado es el declive irremediable del partido que ha gobernado la región en solitario desde mediados de los años noventa. El PP es derrotable electoralmente ahora en Murcia, aunque esta derrota no está asegurada por la sólida base de voto cautivo de que aún dispone, los múltiples recursos que tiene a su disposición y la voluntad de utilizarlos hasta extremos inaceptables democráticamente.

Ganar al PP es un requisito necesario para cambiar la política en las instituciones murcianas, rescatarlas de su secuestro por las élites políticas profesionales, acabar con el clientelismo y el neocaciquismo y abrirlas a la ciudadanía. Pero esto sólo será posible con la movilización política de una ciudadanía exigente y organizada capaz de imponer democráticamente ese cambio frente a las viejas oligarquías, los grupos de poder y las coaliciones de intereses que van a intentar impedirlo. Esta movilización ya ha comenzado con las luchas, las marchas y las mareas que han recorrido la sociedad murciana estos últimos años. Ahora ha de completarse con la toma democrática de las instituciones.

Para ello la única vía es la confluencia ciudadana en torno a programas y candidaturas al servicio de las necesidades de las personas. Sólo unos instrumentos político-electorales configurados desde este encuentro cooperativo colectivo tienen opciones para revertir el signo político de las instituciones en mayo del año próximo.

No se trata de coaliciones de partidos ni frentes de izquierdas. Sin que nadie deba renunciar a lo que es y desde la diversidad que enriquece, han de ser ahora los ciudadanos empoderados, organizados horizontalmente en torno a un programa transformador, unos candidatos y unos compromisos éticos, en un inédito ejercicio de democracia cívica radical, los que ganen las instituciones para la gente.

Esta confluencia ha de hacerse en los municipios y también en la región. Las elecciones son locales y regionales, y necesitamos ganar en ambos niveles. Sólo disponiendo de los resortes y los recursos de la Administración regional y la local se podrá enfrentar una situación extraordinariamente difícil, y se podrán frenar las políticas impuestas de recortes que agreden a la mayoría social.

El próximo sábado 27 de septiembre se va a constituir Ganemos la Región de Murcia, desde abajo, sin un proyecto o programa cerrado, sin otro protagonismo que el de los que voluntariamente quieran sumarse a la construcción y definición de este instrumento necesario. Hay otros proyectos políticos también en construcción con los que el grado de coincidencia es muy alto. Se trata de valiosas apuestas de organizaciones concretas, también inmersas en sus propios procesos constituyentres como formaciones políticas de nuevo tipo, que cuentan con un creciente y estimulante respaldo social. Pero no son el espacio de confluencia de todos. Pretender que la confluencia que necesitamos se haga en organizaciones específicas dejaría fuera a mucha gente que hace falta también para la colosal tarea que tenemos por delante.

Ganemos no quiere dejar fuera a nadie de los que son necesarios para ganar y cambiar las instituciones de la región. No es la marca oportunista y travestida de ningún viejo partido en dificultades ni la plataforma política personal o grupal de nadie. Será lo que quieran que sea los que participen desde ahora en su construcción. A esa apasionante tarea estamos invitados todos los que queremos una región en la que los derechos básicos y la vida digna estén garantizados para todas las personas, y en la que las instituciones sean de verdad democráticas y estén gobernadas por la ciudadanía. La cita es el 27 de septiembre. No podemos dejar pasar esta oportunidad.