Miradas sin preguntas ni respuestas, sonrisas insulsas, ánimos desorientados en mitad de un rebaño y una única verdad: el miedo agarrado a los intestinos de cada uno. Echamos días atrás y enterramos el desconcierto y el vacío con banalidades y adquisiciones de última moda. Todo vale con tal de no pensar. Un café con el conocido hipócrita, el trabajo esclavo de rutina confortable; un hijo nuevo; una prenda nueva; una joya nueva€ Escuchar problemas ajenos que alivian el alma herida; un viaje a cualquier parte con nuestra pareja, cuanto más exótico sea el sitio, mejor, para fanfarronear a gusto; un cine para ver la última comedia americana de moda, y un coche, unas deportivas caras y unas mechas nuevas. Todo vale. Todo menos quedarnos a solas y pensar, cavar hondo allí donde nos da pánico llegar y alcanzar el fondo de lo que somos. La respuesta, la única y verdadera, se erige cruel y da cuenta de nuestra debilidad y nuestra efímera existencia. Qué miedo, Lucidez.