Somos rehenes de los mitos fundacionales de cualquier cosa. El del PSOE, ancestros aparte, se llama Felipe González, el joven sevillano que hizo renacer de sus cenizas a un partido casi centenario, y luego (¡aquel cartel de 1977!) subió las llamas al cielo, con un liderazgo absolutista en el mando y casi pleno en el espectro (la izquierda, el centro y hasta el centro-derecha). El PSOE ya no ha sabido salir de ese mito constituyente. Dirigentes de transición aparte, lo intentó con Rodríguez Zapatero, que tenía cierto empaque pero poco fundamento, y tras los últimos fracasos busca con ansia un nuevo Felipe que devuelva a su pueblo al paraíso perdido. Ya no pide, para ponerlo al frente, saber gran cosa de él, ni que tenga un proyecto, ni dotes de mando probadas, le basta con que sea guapo, alto, joven, y su aplomo y seguridad evoquen algo de aquel Felipe de hace casi cuatro décadas.