ntre las prácticas de ocio de la juventud, dos actividades de moda emergen alertando de que algo falla en la sociedad actual. Me refiero al botellón y al balconing. Hablar de ese enloquecido salto que se da desde un balcón solo por juerguear, implica aludir a los jóvenes británicos que llegan de turismo a Magaluf o Ibiza principalmente, ya que son quienes mayoritariamente lo protagonizan. En busca de subidones de adrenalina pasan de un balcón a otro, o se tiran desde una terraza probando a caer dentro de una piscina. La arriesgada actividad acaba en ocasiones con la muerte, tal si se jugara a la ruleta rusa. De las desgracias relacionadas con el balconing hacen eco los medios de comunicación, basta buscar en las hemerotecas las últimas semanas.

Por triste que parezca, la idea de pasarlo bien va anexa al consumo de alcohol, y con la marcha etílica se da pie a una serie de excesos. Entre ellos surge lo que se ha venido en llamar ´mamading´, que es justo lo que su nombre puede dar lugar a entender, y que ha llevado al Instituto de la Mujer a exigir una investigación para descubrir si hay discotecas que ofrezcan barra libre a las jovencitas a cambio de felaciones.

Todo apunta que este tipo de turismo no hace bien alguno a la imagen que se vende de España. Por supuesto que no vale echar la culpa al país emisor pero tampoco va a ser del lugar de destino, asumamos una responsabilidad compartida que impulse a adoptar políticas de intervención juvenil que reconduzcan las formas de ocio. Lo que es evidente es que algo hay que hacer, pues ya están difíciles las cosas en la Europa de hoy como para pensar que la del mañana, estará gobernada por quienes se lo pasan en grande bebiendo sin control y arriesgando su vida por diversión.

La juventud española tampoco se queda corta, y no parece entender que se pueda ir de marcha sin botellón, teniendo por consecuencia actos casi vandálicos, molestias al vecindario, y demás problemas de salud que sin duda saldrán a la larga. El panorama requiere sin dudas, actuaciones institucionales que ofrezcan alternativas a tan dañinas prácticas de ocio juvenil.

Cabe cerrar diciendo, que la juventud no es un segmento homogéneo y como cualquier otro grupo de edad se caracteriza por la heterogeneidad en gustos y preferencias. Esto no obvia que el problema esté ahí para muchos y no se puede mirar hacia otro lado.