En estos últimos años me he hartado de escuchar y leer a jóvenes airados que despotrican cada día de esta España que los vio nacer. Que si este país es un asco, que si no puede ser que nos interese más el fútbol que la gala de los Goya, que si no es lícito que la gente salga un sábado por la noche en lugar de encerrarse en una biblioteca a leer a García Lorca, que si somos palurdos, intolerantes y gandules.... En definitiva, he visto a mucho renegado babear con el Edén que para ellos -según ven en ´Salvados´- supone los países nórdicos y, en menor medida, Francia. Liberté, egalité, fraternité. El adalid de la democracia y el buen rollo. Pues bien, llegan las elecciones y vemos que, mientras aquí votamos a los partidos que, por inútiles que sean, fomentan el respeto y la democracia, nuestros vecinos se decantan por opciones que propagan la xenofobia y el autoritarismo. Lo mismo en otros países ´avanzados´ como Alemania y Dinamarca. Por atrasado que esté, yo sí estoy muy orgulloso de mi país, de haber nacido en la tierra de Cervantes y Velázquez. La tierra que alumbró al Real Madrid. ¿O acaso pensaban que no iba a hablar de la Décima?