Forges lleva cincuenta años haciendo un humor que nadie se ha molestado en imitar porque sólo puede hacerlo él. Tampoco ha dejado de cambiar sin dejar de ser el mismo.

El humor de Forges es alegre y, aunque tiene intención, tiende más a la buena leche que a la agria. ¿De qué color es el humor de Forges? De blanco, nada. El humor de Forges es único y eso hace imposible compararlo. Más que eso, es rarérrimo y lo notaríamos si no fuera porque nos hemos acostumbrado. Lo extraño es que algo superlativamente raro sea de gusto tan general.

La temática es corriente. Un costumbrismo para clases medias administrativas urbanas, dicho sea para entendernos, para explicar por qué aparecían tantos chistes suyos en los tablones de anuncios de la oficina y, de paso, para advertir de que si siguen aumentando la brecha social y la desigualdad de oportunidades no habrá en el futuro un Forges no se parezca a Forges pero sea tan apreciado como Forges.

Lo raro es su aspecto, su lenguaje y su forma de armar un chiste ¿por qué nos reímos con alguien que expresa el humor con tanta rareza visual, verbal y conceptual? Mi última hipótesis para explicarme el inexplicable humor forgiano es arriesgada pero ahí va. La risa es una forma de adhesión que exige coincidencia en tiempo, espacio y experiencia por eso hay un humor de familia que se da incluso en las más sosas.

Dentro del humor familiar hay uno de hermano pequeño que se basa en la observación perpleja del entorno, el acopio de datos que produce la familiaridad y la aceptación por todos de la intención de juego. El humor de Forges me parece forjado o fraguado en una casa pero capaz de trascender el domicilio familiar.

Cincuenta años después, Forges es un hermano mayor con humor de hermano menor que ha creado una fraternidad de lectores entregándonos las llaves de la singularidad de ese día de puertas abiertas a la risa que es su chiste diario.