Hace diez años „el 11 de marzo de 2004„, los españoles nos despertábamos con la trágica noticia de los fatales atentados en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid llevados a cabo por una célula de terroristas yihadistas. Aquel se convertiría en el segundo mayor atentado cometido en Europa de toda la historia. 192 personas asesinadas, 1.858 heridas y miles de familias destrozadas ya para siempre.

En un primer momento, todos los partidos políticos y medios de comunicación atribuyeron la autoría de los atentados a ETA, excepto Batasuna, que mediante un comunicado de su dirigente Arnaldo Otegi negaba a las 12 del mediodía la participación de ETA en los mismos. A las 12:30, en otro comunnicado, el ministro del Interior, Ángel Acebes, atribuía a ETA la autoría de los atentados, añadiendo: «Me parece absolutamente intolerable cualquier tipo de intoxicación que vaya dirigida, por parte de miserables, a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia, de este drama». Alrededor de las ocho de la noche, en una segunda comparecencia, el ministro del Interior informaba del hallazgo de una furgoneta y de la existencia de una cinta y unos detonadores, sin mencionar que fueran distintos a los habitualmente utilizados por ETA. A las 21,30, el periódico Al Quds Al-Arabi, en su sede en Londres, recibía una carta que afirmaba que las Brigadas de Abu Hafs Al Masri, en nombre de Al Qaeda, la red terrorista de Osama bin Laden, estaba detrás de los atentados perpetrados en Madrid.

Al día siguiente, el viernes día 12, todos los medios de comunicación españoles y extranjeros hacían ya referencia a los nuevos indicios que apuntaban a la autoría de grupos islamistas. A partir de ese momento, asistimos a un espectáculo lamentable: un Gobierno empecinado en defender la linea de investigación que apuntaba a ETA y una oposición que en ocasiones parecía estar más preocupada por los réditos políticos que podía sacar cara a las elecciones que por la propia tragedia del atentado. Ni siquiera en los momentos de mayor dolor, las malditas dos Españas son capaces de colaborar conjuntamente.

Ese trágico 11 de marzo de 2004 todos los españoles íbamos en esos trenes. Íbamos en esos trenes porque aquel no fue un atentado con nombres y apellidos; fue un atentado dirigido contra todo nuestro país. Pero, además de esa circunstancia, también íbamos en esos trenes porque todos los ciudadanos somos vulnerables ante los actos de terrorismo, ya sea en aviones, cafeterías o trenes. Por esa razón, cualquier acción encaminada a erradicar el terrorismo mundial no es solo una acción justificada, sino obligatoria para cualquier Gobierno.

El dolor de la muerte de un familiar en unas circunstancias tan drámaticas como las acontecidas el 11 de marzo de 2004 o las heridas físicas o psicológicas sufridas por la vivencia del atentado no cicatrizarán jamás. Por esa razón, nuestro recuerdo y nuestro aliento a las víctimas tampoco pueden desfallecer nunca.

In memoriam.