Una de las características más determinantes de los países pobres es que este tipo de países posee una clase media muy baja. Por lo general, la clase media es la que mantiene vivo el consumo, la que hace que las empresas tengan que producir más y, por añadidura, la que hace que un país sea más rico. Pues bien, según los últimos datos conocidos esta semana a través de un estudio elaborado por Icsa y la escuela de negocios Eada, parece ser que la clase media española está desapareciendo. Para ser más concretos, este estudio señala que desde el inicio de la crisis, el poder adquisitivo respecto al nivel acumulado de inflación de los mandos intermedios y de los empleados de las empresas se ha visto disminuido en un 8,56 y un 4,72%, respectivamente. Según este mismo estudio, la retribución de los salarios de mandos intermedios y empleados cayeron un 3,18 y 0,47% en 2013, con retribuciones medias de 36.552 y 21.307 euros anuales, respectivamente. Sin embargo, el dato curioso viene ahora. Al parecer, según los datos que se han presentado, los directivos de las empresas han ganado un 3,42% más desde el inicio de la crisis; un 7% ni más ni menos en 2013. La retribución media anual de los directivos se situó así en 80.330 euros brutos. En resumen; que los ricos cada día son más ricos y los pobres „cómo no„ cada día son más pobres.

Como ya he señalado en más de uno de mis artículos, resulta curioso que ninguno de los grandes directivos de nuestras grandes y medianas empresas nacionales haya perdido poder adquisitivo en una crisis en la que los contenedores de basura se han convertido en los supermercados del pueblo. También resulta curioso que en estos casi cuatro años de crisis brutal ninguna gran empresa nacional o internacional haya bajado considerablemente en sus beneficios (cuando no los aumentan), y que aquellas que han caído en la quiebra hayan sido salvadas por los Gobiernos. Siguiendo con las curiosidades, también resulta llamativa la cantidad de políticos que una vez que abandonan la política son de repente contratados por las grandes empresas de este país recibiendo a cambio unos sueldos sencillamente escandalosos. Siendo mal pensados, uno puede llegar a imaginarse que estas empresas contratan a tanto político inútil en agradecimiento a la ingente cantidad de dinero que reciben en forma de subvención del Estado; un dinero, por cierto, que sale mes a mes de nuestras famélicas nóminas.

Teniendo en cuenta todos estos datos y todas estas circunstancias, parece que la crisis tan solo la padecemos los ciudadanos corrientes y que, por el contrario, beneficia a la clase más poderosa. Tal vez por eso las crisis duran tanto. No soy de los que defiende así porque sí el paternalismo estatal en modo de becas, subvenciones y ayudas a los ciudadanos. Tampoco de los que justifica a aquellos que han vivido muy por encima de sus posibilidades y ahora lo han perdido todo. Sin embargo, sí creo en una economía responsable y en el reparto de los beneficios. Porque los beneficios „ya sean de empresas o de Estados„ los generamos todos aquellos que nos levantamos a las siete de la mañana para pasar ocho o más horas de trabajo. Cuando frente al escandaloso aumento de las nóminas de los directivos y a los beneficios de las empresas observamos a la cantidad de personas que injustamente se van al paro como estrategia para seguir engordando los beneficios, no se puede hablar más que de robo y de estafa. Y estas conductas, por ilegales e inmorales, deben ser condenadas.