Desde que Arthur Conan Doyle creara al astuto detective Sherlock Holmes a finales del siglo XIX, muchas han sido las tentativas de trasladar sus increíbles hazañas al cine o la televisión. Seguramente, la mejor, al menos para el que esto firma, sea la producción británica de 1959 El perro de Baskerville, de Terence Fisher, donde el impecable Peter Cushing ponía voz y rostro al enigmático investigador como si hubiera nacido para interpretarlo. Puede, no obstante, que la más ácida sea La vida privada de Sherlock Holmes de Billy Wilder, en la que el popular detective es retratado como un drogadicto muy lejos de ser infalible.

Recientemente, Robert Downey Jr. ha interpretado a un desinhibido inquilino de Baker Street en la entretenida aunque terriblemente sobrevalorada Sherlock Holmes. Y de hecho, House, la popular serie del genial, perspicaz y malhablado médico del „ficticio„ Hospital Universitario Princeton-Plainsboro de Nueva Jersey, no dejaba de ser una brillante aproximación al universo de Sherlock Holmes sustituyendo la lupa por el escalpelo. Los paralelismos entre House y Holmes y entre Wilson y Watson entre otros muchos detalles (el número de la vivienda de House es el mismo que el de Holmes en Baker Street, el 221 B) no dejan lugar a dudas.

Sin embargo, la cadena británica BBC apretó un poco más las tuercas del mito y decidió, sin cortapisa, situar al intrépido detective en pleno siglo XXI. Y no lo ha hecho mal. Las redes sociales han echado humo desde que al final de la segunda temporada Holmes fingiera su muerte y Watson, entre lágrimas, frente a la tumba de su amigo, suplicara por «un último milagro» que siguiera vivo. Y así era.

A partir de aquí arrancan los nuevos capítulos de Sherlock, a cuyo éxito no ha sido ajeno (además de sus delirantes guiones que por momentos rozan lo disparatado aunque siempre con la sobriedad necesaria como para no mondarse de risa) los dos actores protagonistas. Benedict Cumberbatch, cuyo inquietante rostro de ojos rasgados le confieren al personaje un extraño halo entre lo enigmático y lo inquietante. Y Martin Freeman, cuyo aspecto de hombre común y corriente se convierte en el perfecto y necesario complemento de Holmes.

Esta última temporada, aún por estrenar en nuestro país, se ha hecho esperar. Sobre todo porque tanto Cumberbatch como Freeman se han procurado una apretada agenda que ha retrasado el rodaje de estos nuevos capítulos. El primero, no ha hecho más que prodigarse en grandes producciones de Hollywood como Star Treck. En la oscuridad o El quinto poder (en donde interpretaba al mediático prófugo de la justicia americana Julian Assange). Por su parte, Freeman ha protagonizado la superproducción El hobbit y ya se ha metido de lleno en el rodaje de una nueva serie, Fargo. Esto es aprovechar el tiempo.

Benedict Cumberbatch ya ha firmado por una cuarta y quinta temporada, pero Martin Freeman aún no se ha pronunciado, aunque no creo que se vaya a bajar de un barco tan exitoso. La serie va viento en popa, la expectación es absoluta y los resultados ciertamente brillantes. Tanto, que los americanos, celosos de todos los éxitos que no sean los suyos, han manufacturado rápidamente un remake americano con Lucy Liu como una improbable doctora Joan Watson en una serie titulada Elementary. Pues eso, elemental, querido Sherlock.